22.

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Capítulo largo porque no actualicé hace meses. Perdonen la tardanza y si hay errores también, disfruten 🥺

[<3]

Ha pasado una puta semana desde que se hizo mierda la prisión. Una puta semana en donde no he encontrado a nadie. Caminé demasiado que me duelen las piernas. No he descansado desde que me fui. Era estar despierta y dormida a la vez cada noche.

Boludo, a este paso voy a estar solin sólita de vuelta o creo que ya lo estoy.

Intentaba mirar el sol pero las hojas de mierda de los árboles no me dejaban mirar bien. Me trepe a uno y me intenté acostar lo mejor posible, quería descansar mis ojos.

Los abrí de vuelta cuando escuché la voz de una mujer, y no cualquier mujer. Una que conocía muy bien.

Me fijé de donde venia la voz y enserió que era insoportable. ¿Cómo vivió tanto?
Paso justo al enfrente del árbol de donde estaba, cuando se alejo baje lo más rápido que pude, toque el piso saque mi arma y estaba caminando lento hasta ella. Choque con su espalda y le apunte con mi pistola en medio de su cabeza hueca.

Ella levantó sus brazos alarmada. —Siendo franca, pensé que te moriste al primer día de que explotó la prisión. — le dije con sarcasmo.

—Ya te dije que no te entiendo Argentina.

Mejor cerra el orto. — la empuje con la pistola haciendo que cayera al piso.

—¡Déjala Gómez! — me dicen a mis espaldas. Volteó y mi día no puede ser peor.

—¿Cómo es que ustedes están juntas? ¿ahora son el dúo de las sobrevivientes? — les hago una seña como aputandolas incrédula.

—Salimos al mismo tiempo y, ¿dos es mejor que una o no?

—Sí, pero no me creo que esta rubia y vos, Lori, estén juntas. — baje el arma y la miré, mientras que la rubia se levanta.

—Me llamo Lilian para que sepas, extranjera. — ¿y esta qué, qué se cree?

Nadie te preguntó.

—¿Estas sola? ¿No encontraste a ninguno como a Rick o mis hijos? — negué. Antes de que diga una palabra más trepe el árbol. —¿Qué carajos haces? — agarre mis cosas y baje del árbol de un salto. Ay, la puta madre, mis piernas, hacerme la canchera no me sale.

—Mis cosas. — señale mi mochila. —Supongo que tendrán hambre, — dije sacando una lata de, no se qué pero se veía bueno. — coman esto y no me rompan las pelotas.

—Gracias. — me dice Lori. La rubia no me dice nada solo se acerca a la mamá luchona y empiezan a comer juntas. Me aleje de ellas un poco viendo a los alrededores, me tape los ojos de frustración.

Esto no me gusta para nada, Lori no me cae muy bien aunque ella cree que ya está el mambo en paz. La rubia, bueno, es un tiro al aire la mina.

Que infierno va a ser esto.

Cuando me doy la vuelta veo que Lori la re quiere cargar a palos a la rubia. Creo que esta se quiere comer todo el morfi. Me acerco a ellas y le saco la lata de comida a la rubia, la empujó y esta cayó de espaldas al piso.

—Escuchen, más vos rubia teñida. — la señalo. —No tenemos mucha comida y por su pelotudez de pendejas vamos a terminar muertas. Así que se tranquilizan y comparten lo que les di o se mueren de hambre. — les dije enojada.

Ellas me miraban sin decir nada, le di de vuelta la lata a Lori y la otra se acercó a ella.

Bien, así me gusta tenerlas, pillas.
Suena turbio pero ya me imagino el dolor de cabeza que va a ser esto.
Era de día todavía, y fumarmelas me mataba. Cuando vi que terminaron, empecé a caminar al lugar donde ya me había visto antes de todo esto.

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⏰ Última actualización: Feb 15, 2022 ⏰

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Una argentina en un apocalipsis [Daryl Dixon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora