02.

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No le quise decir mi nombre a Papá Noel, a todos los que he conocido en esta mierda me nombraron por mi apellido y está no es la excepción, igual en Argentina nos llaman por nuestro apellido por todo. Lo que más le temía era cuando los putos profesores te llamaban para que retires tu prueba. Siempre me reprobaban los conchudos.

Parezco boluda y es que lo soy la mayoría de veces, pero sé darme cuenta de las cosas con solo verlas. Cuando Hershel me llevó a donde esta todo el grupo, no había tantos pero sí como decir que había para una comida de un domingo con un asado mortal. Ay, me dio lija, como me encantaría comer un pedazo de la carne que hacía mi abuelo, hablando de él, también lo extraño.

—Muchachos. — Habló Hershel, llamando la atención de todos. Un chabon con rulos y ojos sumamente azules, se acercó a mí con cara seria.

—¿Quién eres? ¿Por qué nos estabas espiando? ¿Eres un espía que mando el Gobernador? — dijo escupiendo las palabras con total enojo, en el intento me escupió toda mi carita. Ugh, mi preciosa cara. Hice cara de asco limpiandome, luego lo miré con mi cara de culo, como siempre.

—En primera, relaja la tanga, capo. Segunda, no sé ni quién pija es el "Gobernador" — hice comillas con mi mano sana que es la derecha.

—¿Quién eres? — repitió. Bue que desconfiado que es. Una patada en sus huevos no vendría mal... ahora que lo veo, tiene pinta de que es un cana, altos hijos de puta son los canas de este país, en Argentina no hacen una los pitufos.

—Gómez. Y como le dije a Hershel, quiero saber quién me hizo esta mierda en mi brazo. — señale mi brazo vendado que estaba sostenido por un pañuelo.

—Yo fui. — dijeron atrás del hombre que tenía enfrenté, desvíe mi mirada para encontrarme al otro chabon, bue, si no este cana, es el mendigo.

—¿Por qué? — pregunté —¿Creían que era una amenaza?

—No te conocemos. — dijo una mujer canosa.

¿Y te pensas que yo voy a saber de su existencia boluda?

—En Inglés. — mandó el hombre frente a mí.

—Hagamos que no dije nada. — dije tocándome mi cinturón, da boludo, ¿y mis armas donde pija están?
Tampoco vi mi mochila, hijos de puta, lo mío no se toca.

Busqué con mi mirada mis cosas y estaban en la mesa en donde estaban todos estos bobos.
Intente acercarme a la mesa pero el mendigo que ahora tiene una ballesta me apunta y el que tengo al lado también, Papá Noel está en la mesa y solo está comiendo, que viejo garca. Me cae bien igual.

Pensa Ivonne...

—Hagamos algo, así todos estamos en paz. Ustedes me dan mis cosas y me voy de acá, así me dejan de romper las pelotas.

—Denegado. — we que anti.

—Ya Rick, si sería mala ya me hubiese matado y no estaría aquí. — vamo Hershel, te banco.

El cana, digo... Rick me miró por una última vez y me agarró el brazo derecho y me sentó alejada de los demás, me dio un plato... de... no se que pija es pero si es lo único tengo que agradecer.

Sentía la mirada de todos pero me valia verga, estaba comiendo después de una semana y era la más feliz.
Pude ver disimuladamente, cosa que siempre se me dio bien cosa que es raro de un argentino, ya que todos son unos boludos y miramos como si se tratara que encontramos América y nos terminan por descubrir, sí, unos boludos.

Había una mujer embarazada, ¿Posta? Se nota que el forro se les rompió en el proceso por eso esta la bendi ahí dentro. Había un niño de unos doce años creo, el mendigo, Rick, la canosa, una rubia, un chino, una castaña de ojos verdes, y Hershel. Y no podía faltar la más hermosa, si claro que estoy hablando de mí, ¿quién más si no? ¿Mirtha Legrand? Esa vieja sí que no se murió más.

Todos se fueron rajando y a mi me dejaron sola, bueno no tan sola, estaba Hershel, Ricardo y el mendigo. No sé, le queda bien ese apodo, está bien sucio el gil, pero también ta re bueno.

Mire los brazos del mendigo, mi mente pervertida ya actuó. Si así se le nota las venas del brazo no me imagino de la otra parte.

—Bien, como no nos quisiste decir tu nombre no te devolveremos tus cosas.

Che Ricardo, como que no se me esta haciendo justo, boludo. Déjate de joder y devolveme mis cosas, pajero.

—En Inglés. — dijo Hershel amable.

—Que me devuelvan las cosas, mi nombre nunca lo di. —menti la mayoría, ni que quería morir tan temprano.

—¿Y por qué?

Queti.

—¿Queti? — intento pronunciar Ricardo, mal ahí loco.

—Nada. — reí.

—¿De donde eres?

—Argentina. — se miraron entre los tres. Ya sé que los extranjeros no son bien recibidos, boludo, pero ellos se ganan el premio al no disimularla. —¿Qué, es raro que tengan a una argentina en su pequeño grupo?

—No, tranquila. Soy Rick Grimes, Daryl Dixon, y ya conoces a Hershel. — asentí.

—Okey, gracias por presentarse pero, ¿ya me pueden dar mis cosas?










Una argentina en un apocalipsis [Daryl Dixon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora