La Niña De Pelo Blanco.

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Sonido de pasos apresurados y respiración agitada se acercaban desde la distancia. Ye Wuchen miró en esa dirección y descubrió a un hombre alto, empapado en sudor, corriendo hacia él con una gran canasta de bambú en la espalda. El hombre parecía bastante joven, aunque con el rostro curtido, y su físico era robusto y musculoso hasta un grado que era casi ridículo. Al ver al anciano, aceleró abruptamente y dejó caer la canasta al suelo, exhausto y jadeando.

    —Abuelo..., llené la canasta con frutas y corrí treinta vueltas con ella en la espalda..., así que el trabajo de hoy...  —decía entrecortado. De repente se detuvo, por un momento, enfocando sus ojos en Ye Wuchen; saltó como si viera un monstruo—. Tú, tú, tú... ¿despertaste?

    Ye Wuchen solo le mostró una sonrisa torcida.

    —Abuelo Chu, ¿quién es?  —preguntó.

    —Este es mi nieto. Recientemente cumplió veinte años y te cuidó mientras estabas inconsciente. Teniendo en cuenta que has estado muerto(supuestamente) durante los últimos diez años, no es inusual que alguien se asuste al verte despierto.

    Ye Wuchen se puso de pie y asintió a lo dicho por el anciano.

    —Soy Ye Wuchen, gracias por cuidarme durante estos últimos diez años  —agradeció y extendió la mano.

    El hombre todavía estaba un poco desconcertado. Miró a al joven de arriba abajo antes de darse cuenta de que su reacción fue algo descortés. Avergonzado, se frotó la cabeza y le mostró una sonrisa incómoda.

    —Soy Chu Jingtian. Bueno..., no es el nombre que mejor suena, así que puedes llamarme Da Niu como los demás.

    Chu Jingtian. Jingtian, un título de genio. Definitivamente no era una persona común.Ye Wuchen sonrió.

    —Muy bien, te llamaré hermano Da Niu de ahora en adelante  —dijo. A pesar de que su comportamiento parecía un poco indiferente a todo, todavía hacía que la gente se sintiera a gusto.

    Chu Jingtian rió nerviosamente: un poco tímido. No era una persona muy habladora.

    —Hermano Wuchen, permítame entregarle esta fruta primero. Entonces podemos sentarnos y charlar o algo.  —Chu Jingtian se dio la vuelta, inhaló y luego gritó a todo pulmón—. ¡Todos vengan aquí! ¡Su hermano Da Niu ha vuelto!

    Ye Wuchen saltó sorprendido por el repentino grito. Con los oídos aún resonando miró hacia Chu Jingtian y notó que sus ojos habían cambiado sutilmente: era impresionante que hubiera una persona como él en una región tan pequeña y aislada.

    No había duda de que el grito llegó muy lejos. Casi de inmediato, el caótico sonido de numerosos pasos se acercó desde la distancia; oleadas de niños corrían hacia él portando una gran variedad de contenedores: cestas, cajas y cuencos de piedra; cualquier cosa que pudiera llevar algo. Los niños se alinearon frente a Chu Jingtian con ojos ansiosos.

    —¡Hola, hermano Da Niu! —dijeron al unísono en voz alta a un Chu Jingtian parado quien esbozaba una sonrisa avergonzada.

    —Perdón por llegar tarde. Me caí en una zanja y me tomó mucho tiempo salir  —respondió y trajó la canasta en frente de ellos—. Ahora vengan aquí. Hay para todos y no es menos de lo habitual.

    El anciano miró la escena. Este era uno de los requisitos diarios de Da Niu: practicar su agilidad y resistencia, y cultivar un sentido de responsabilidad. La próxima generación no tenía que ser muy amable, pero tampoco se podía permitir que fuera malvada.

    Agarrando dos con cada mano, Chu Jingtian continuó llenando la canasta de cada niño con frutas. Obviamente estaba satisfecho de ver a los niños irse con caras emocionadas y sonrientes.

    Ye Wuchen miró en silencio desde un lado. Estaba reflexionando sobre su propia vida cuando de repente sintió una aguda sensación de hormigueo, como si lo estuvieran observando. Provenía de un árbol cercano, y cuando volvió la cabeza para encararlo, se encontró con un par de ojos brillantes, relucientes y casi translúcidos pertenecientes a una silueta blanca del tamaño de una niña pequeña. La silueta se movió un poco, tal vez sorprendida de ser descubierta. Asustada corrió, pero en lugar de huir se escondió detrás de otro árbol como si esperara algo.

    —¡Adiós hermano Da Niu! —Finalmente, el último niño se retiró y desapareció a la lejanía. Chu Jingtian se frotó las manos. Su semblante mostraba tristeza por no tener a nadie a quien darle más fruta. Había tomado esta tarea como una especie de placer diario hace mucho tiempo. Traído aquí cuando tenía cinco años por su abuelo: no había experimentado la dureza del mundo exterior. Como resultado, fue muy inocente y amable; era casi molesto.

    De pronto, la silueta blanca emergió con pasos lentos detrás del árbol y se paró ante Chu Jingtian con su vista hacia el suelo.

    —Hermano Da Niu  —titubeó tímidamente.

    La pequeña había atraído la atención de Ye Wuchen desde el momento en que emergió, sus ojos pegados a ella como pegamento. Parecía tener solo diez años, y solo podía describirla como simpática y exquisita. Llevaba un vestido blanco largo que estaba arrugado y casi pulcro. Sin embargo, lo que más llamó la atención del joven fue la larga cabellera blanca como la nieve y las dos cicatrices que se cruzan en su rostro: recorrían desde las esquinas de su frente hasta los lóbulos de las orejas como una gran letra X, destruyendo su belleza.

    Chu Jingtian rápidamente buscó en su canasta una fruta, pero su expresión se puso rígida cuando sacó una grande que parecía ser una manzana. Avergonzado, se frotó la cabeza.

    —Lo siento hermana de pelo blanco, parece que hoy conté mal. Este es el único que queda y es el más grande  —se disculpó con tristeza.

    —Está bien. Gracias hermano Da Niu  —la niña lo aceptó con cuidado y esbozó una sonrisa inocente. Miró a Ye Wuchen con nerviosismo  —porque este la había estado observando—  y se retiró con rapidez.

    Después de ver su exquisita sombra desaparecer en la oscuridad, Ye Wuchen se quedó pensando por un momento.

    —¿Quién era ella?  —preguntó al anciano.

    —Ella apareció hace una semana. Supongo que entró por casualidad y no pudo volver a salir. Pero..., lo viste por ti mismo, ¿no?  —Miró al joven, escudriñando su semblante en busca de una reacción. Y al ver que solo le dio una sonrisa apacible, prosiguió:— Su rostro tiene esa fea cicatriz; su cabello es como el de la raza más cruel de aquel entonces «Los Lobos de las Nieves». Todos la rechazan y la ahuyentan cada vez que la ven. —Miró en la oscuridad del bosque en dirección donde la pequeña se fue—.  Pero ella no parece ser mala en absoluto. Es joven y no puede sobrevivir sola. Podría ser que la fruta que obtiene aquí, todas las noches, sea su único alimento.

    Ye Wuchen, todavía en silencio, caminó en la dirección en la que desapareció la niña. Chu Jingtian lo miró confundido.

    —Hermano Wuchen, ¿a dónde vas? Todavía quiero escuchar tus historias —exclamó al verlo alejarse más.

    Ye Wuchen fingió no haberlo escuchado y siguió caminando: desapareció en la penumbra del bosque.

    —¿Se fue a orinar?  —Chu Jingtian murmuró mientras se frotaba la cabeza.

    La niña de cabello blanco estaba en cuclillas junto a un arroyo: lavando la fruta con agua limpia. El sonido del agua balbuceando sobre las rocas llenó el aire. En medio de la brisa fresca: la silueta de su pequeña figura parecía solitaria y lamentable.

    Cuando la pequeña terminó, se puso de pie y secó la fruta con su ropa. De repente, sintió algo y se dio la vuelta. Sin saber qué hacer, solo vio cómo Ye Wuchen se acercaba a ella. Sabía que aquel joven era el que la estaba mirando antes.

    Ye Wuchen se acercó lentamente a la niña y la miró a los ojos con delicadeza. Fueron sus ojos estrellados los que lo conquistaron por completo. Soledad, Pánico, Confusión y Desamparo: todos estaban ocultos en los ojos de la pequeña.

Heavenly StarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora