Ye Ning Xue.

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La niña retrocedió lentamente, pero no escapó como lo hizo hace un momento. Ella via el rostro del joven bajo una tenue luz. «Él es guapo», no podia evitar pensar en eso. Los ojos llenos de tristeza y vicisitudes parecían no coincidir con su edad, pero no causarían odio en absoluto, al contrario, estaban llenos de un encanto maligno impresionante, que hacía que la gente se volvería adicta a él.

    Se miraron durante mucho tiempo. La niña lo miraba como si le arrancara el alma. Luego vio tímidamente la fruta que tenía en su mano: tragó saliva. Sostuvo su fruta y se lo enseño.

    —Hermano mayor, ¿te gustaría comer esto?  —insinuó con timidez.

    Ye Wuchen no pudo evitar sonreír; se puso en cuclillas y negó con la cebeza. Extendió sus manos para acercarló al rostro de la niña y suavemente tocó las dos terribles cicatrices. En este momento, una débil luz incolora brilló en las yemas de sus dedos. La pequeña estaba sorprendida: abrió los ojos y la boca. Se olvidó de esquivar y se quedó quieta.

    Varios segundos después, el joven, retiró las manos y frunció el ceño. 

    —¿Cómo te llamas hermanita?  —preguntó.

    La chica todavía estaba sorprendida, hasta que la voz la volvió en sí.

    —Yo...,  no tengo un nombre  —susurró.

    —¿No tienes?...  ¿Dónde está tu familia? ¿Como llegaste hasta aquí?

    —No tengo familia...  He estado aquí desde que desperté, así que no tengo idea de donde estoy ni que me pasó  —ella respondía cabizbaja. Su suave voz hizo que el corazón palpitante del joven se calmara.

    —No puedes recordar lo que pasó, ¿verdad?  —repuso acariciandole la cabellera.

    La niña se sorprendió de nuevo y asintió con ojos que transmitían impotencia. No tiene familia, no tiene recuerdos del pasado, incluso no tiene o se le olvidó su nombre. Casi todas las personas de aquí la odian; la golpean con palos o piedras cuando la ven. Solamente puede escapar, esconderse y llorar en un rincón vacío. Ella solo trata de sobrevivir, incluso si no tiene compañeros ni metas.

    —Ya veo  —Ye Wuchen asintió y le sonrió. Compartían una experiencia similar: ambos aparecieron inexplicablemente, ambos perdieron la memoria. Esto podría llamarse coincidencia, pero para él no lo era, sino, un destino. Un tierno afecto salió del fondo de su corazón.

    —¿Quieres tener un hermano que no te haga pasar hambre? ¿Un hermano que te cuide y no deje que otros te intimiden? ¿Un hermano que esté contigo todo el tiempo y te quiera?

    La pequeña la miró emocionada y estupefacta; En este momento, no tenía idea de cómo responder.

    —Déjame ser tu hermano, ¿de acuerdo?  —aseguró—. No permitiré que pases hambre y que seas intimidada.

    La niña abrió mucho los ojos y se sintió eufórica. Su corazón latía con gran velocidad; sus pensamientos se revolvían por la felicidad y sentía que estaba en un mar cálido y apacible sosteniendo su fruta que era más grande que sus palmas. Lágrimas salían de sus ojos y un sentimiento de bienestar se elevó de su corazón.

    —¿Puedo...? ¿De verdad puedo? Todos me odian, me pegan, porque yo... 

    Ye Wuchen se puso de pie y tomó sus pequeñas manos.

    —Sígueme, que a partir de ahora eres mi hermana. Nadie puede intimidarte sin mi consentimiento  —sentenció.

    Ella la miró con sus ojos lagrimeantes y sintió el calor de la mano izquierda del joven. Éste la tomó de las manos y le prometió protegerla cuando se sintiera abatida y triste; cuando la odiaran y pensara que el mundo la había descartado. A partir de ese momento, en la pequeña, la imagen de Ye Wuchen quedó profundamente grabada en su corazón de forma permanente. No podía detener su apego emocional a él, al igual que la gente que se volvía adicta a lo que más aman.

    Justo en este momento, dos cursos de vida imposibles se cruzaron.

    Ye Wuchen no tuvo ninguna explicación para el anciano y Chu Jingtian del por qué la trajo. Pero ellos no pidieron nada ni se opusieron. Esa noche, la cama en la que ha dormido durante 10 años, se conviertió en la primera cama de la niña. 

    Ye Wuchen estaba fuera de la habitación con su vista al cielo oscuro pensando en silencio. Estiró el brazo izquierdo y usó los dedos de la mano derecha para tocarlo. De repente, apareció un corte en el brazo que comenzó a sangrar. Luego usó los dedos para tocar el corte y este desapareció: ni siquiera dejó un rastro. Bajó las manos y frunció el ceño con confusión. En sus recuerdos, sabía que tenía ese tipo de magia, pero ¿por qué no podía quitarle aquellas cicatrices a ella?

    ¿De verdad es una cicatriz?

    —Hermano  —la dulce voz de la pequeña resonó en sus oídos.

    Ye Wuchen se volvió y miró a la niña que revelaba una media cara detrás de la puerta.

    —Es tarde, ¿por qué todavía estás despierta?  —inquirió con voz suave.

    Después de una breve vacilación, la niña dijo con un rostro ansioso:

    —¿Puedo dormir en la misma cama contigo, hermano?

    —Bien  —Ye Wuchen afirmó y prometió con una sonrisa. A él nunca le gustaría ver una expresión decepcionada mostrada en su rostro, o ver su impotencia por el color de su cabello y cicatrices. Al menos, tenia que hacerla saber que nunca la odiará ni rechazará.

    —¿De verdad? —dijo la niña en voz alta con emoción. El joven la recogió y la puso en la cama de madera que estaba en mal estado.

    —Bien, niña, ahora prepárate para dormir  —susurró con amabilidad y la acurrucó en su pecho. Acariciaba su cabellera como si lo estuviera haciendo a un bebé.

    —¡OK! —ella respondió feliz y acercó su cuerpo al cálido pecho del joven. Se movió mucho hasta que encontró una posición cómoda y cerró los ojos. Sin embargo, manchas de agua aparecían en su rostro sonriente; se sentía tan feliz que no pudo evitar dejar caer sus lágrimas.

    —¿Cómo te llamo? —murmuró Ye Wuchen mientras seguía acariciando la larga cabellera blanca de la niña. Ella la miró con confusión. La pequeña tenía una piel blanca y liberaba un brillo blanquecino como la nieve en la noche oscura. El joven frunció el ceño por el esfuerzo de pensar varios nombres para ella.

    —Tu piel y cabello son blancos como la nieve helada, ¿qué tal si te llamas Ye Ning Xue?  —sugirió—. ¿Te gusta?

    —Ye Ning Xue...  —ella repitió en voz baja y asintió—.  Me gusta mucho porque es mi hermano quien me da este nombre.

    Nunca habia dormido tan tranquila como esta noche; sin miseria, ni frialdad y sin miedo, porque ahora tiene a alguien que la protegerá: su hermano.

    Ye Wuchen no se atrevió a mover su cuerpo hasta que ella se durmió. Finalmente suspiró y miró al cielo con ojos somnolientos hasta que poco a poco se quedó dormido.

    Quién soy...

    A la mañana siguiente abrió los ojos y vio a Ye Ning Xue acurrucándose en su pecho como un gatito perezoso. Ye Wuchen no pudo evitar sonreír; se mantuvo inmóvil y escuchaba el bullicio del exterior, esperaba que el ruido no la despertara. De verdad era  más ruidoso durante el día que en la noche; puede que sea la hora del desayuno y estaban muy inquietos. 

    Al conversar ayer con Chu Jingtian, se informó que habia cientos de personas aquí. Se dispersaban en varias áreas y casi no tenían comunicación entre si. Hay alrededor de 30 personas (niños y adultos) en el lugar donde vive Chu Jingtian. Por lo general, las 30 personas se sientan y comen juntas.

    Al despertarse por el ruido, Ye Ning Xue se talló sus ojos somnolientos. Luego comenzó a buscar a Ye Wuchen en pánico mientras este la veía con una mirada divertida.  Después de encontrarlo sonrió con afecto; se acurrucó en su pecho  y cerró sus ojos para volver a dormir.

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