○NO ME SUBESTIMES○

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○NO ME SUBESTIMES○

Llego al bar Garrison con la cara mojada, como si me hubieran arrojado encima un balde de agua fría, sacudo mi abrigo y me acerco a la barra a pedir un whisky para entrar en calor.

Puede que lo haya pedido de forma muy grosera o que ella no esté teniendo un buen rato, ya que al darme mi bebida me mira de forma despectiva, como si fuera una cucaracha.

La chica tiene buena pinta, no parece una prostituta barata sino más bien una chica acomodada. Lo que no cuadra es como una riquilla como ella terminó en la boca del lobo para servir tragos a los borrachos de un barrio de mala muerte.

—¿Hace un buen día no lo crees? –pregunto de modo amable para romper el hielo, pero al parecer no funciona.

—¿Qué tiene de bueno? Esta nublado y hace frío. –contesta tajante, luego continúa limpiando los vasos y atendiendo a los borrachos con tono coqueto.

—Caramba, estas en Irlanda. ¿Qué esperabas? –murmuro entre dientes.

Esta mujer tiene un humor de los mil demonios. Tal parece que mi sociable amiga Katya se equivocó cuando afirmó que hablar del clima siempre rompe el hielo con cualquiera.

Pasados un par de minutos, mi objetivo entra por la puerta principal quitándose su característica boina gris.

Su expediente no miente, es guapo y ni hablar de esos pómulos altos y esos labios carnosos que hacen juego con su piel blanca y pecosa y sus ojos azules como el maldito cielo despejado en un día soleado, digo, soleado en cualquier otra parte del mundo menos Irlanda.

Entra a un cuarto anexo al bar donde suele dar sus conferencias de negocios. El lugar no es muy grande, pero las gruesas paredes de madera permiten que dicha habitación sea lo suficientemente privada, además, nada puede salir sin que sea visto.

Después de algunos segundos, él abre una pequeña ventana y pide a la camarera una botella de whisky. Lo hace con un tono autoritario y grave que no admite quejas ni reclamos. Ya es hora de mi cita, pero me hago esperar un poco.

La chica toma un par de vasos y se dirige muy contenta al cuarto, meneando las caderas como si bailara con suavidad.

Bebo lo que queda de mi whisky y dejo pasar un rato hasta que decido que es buen momento para acercarme.

Cuando pienso tocar la puerta él la abre con rapidez como si fuese a buscar algo, choca contra mi y retrocede solo un paso para poder observarme.

Me he topado cara a cara con el mismísimo y legendario Thomas Shelby, el cabecilla de los Peaky Blinders de Birmingham. No parece un buen inicio cuando noto la forma en que me mira, como si fuera una prostituta intentando postrarse a sus pies.

Me analiza en un barrido rápido y luego pone con tranquilidad un cigarrillo entre sus labios, para después arrojar el humo contra mi cara.

—¿En qué te puedo ayudar? –levanta una ceja medio burlón y yo ladeo la cabeza mientras meto mis manos a los bolsillos de la gabardina y me abro paso por un costado para entrar en la habitación.

—Negocios, señor Shelby. Solo negocios. –contesto con tranquilidad y su entrecejo se arruga, haciéndolo ver más misterioso y viejo, como un veterano.

—¿Eres Leonel? –asiento y él asiente a su vez mientras da otra calada al cigarrillo para luego mirarme detenidamente, como si de prostituta pasara a ser un bicho– Lo siento, pero yo no hago negocios con mujeres, y menos con personas que mienten. –me señala la puerta y al ver que no estoy dispuesta a moverme me toma del brazo y medio con gentileza me saca del cuarto cerrando la puerta tras de sí.

REX CUENTA HISTORIASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora