El ambiente fresco de Escocia me envuelve, incluso a través de las puertas del carruaje negro jalado por esos caballos extraños de cuencas blancas con alas de murciélago a los que llamaron Thestrals.
Hace unos meses recibí una carta muy particular por parte del Profesor Dumbledore, un mago extremadamente poderoso y de gran renombre entre la comunidad mágica, que me invitaba cordialmente a formar parte de la docencia del Colegio de Hogwarts.
El director mencionó que necesitaba urgentemente de un profesor que impartiera la materia de Defensa contra las Artes Oscuras y yo, teniendo cierta pericia en la materia, decidí que no había inconveniente en tratar de cubrir dicho papel, aunque jamás he dado clases.
Me asomo por la ventanilla para saber cuánto me falta, pero esta se encuentra empañada. Con un suspiro nervioso tomo mi manga y limpio el cristal con un temblor irritante en la mano.
Cuando por fin puedo ver con claridad el exterior caigo en cuenta de que estoy cruzando el puente, a tan solo unos metros de la entrada.
Me yergo respirando con dificultad, estoy tan cerca de ser profesora que casi me siento desfallecer. El profesor Dumbledore no le dio mucha importancia a que yo jamás haya impartido clases y eso me causa ansiedad, porque si bien conozco de la materia, solo un buen docente tiene la capacidad de transmitir ese conocimiento a los estudiantes, especialmente si son tan jóvenes.
El carruaje se detiene con una sacudida suave y la puerta de mi derecha se abre con un chirrido. Tomo mi mochila y salgo recibiendo una ráfaga de viento que me revuelve el cabello, aun cuando este se encuentra firmemente sujeto en una coleta.
—Bienvenida a Hogwarts. –sigo el sonido de esa voz grave y me encuentro con un tipo grande, de aspecto desaliñado, barba encrespada y ojos risueños– Mi nombre es Rubeus Hagrid, un placer recibirla.
Extiende su gran mano y yo sonrío, correspondiendo a su saludo con un temblor de frío en la muñeca.
—Mucho gusto, Hagrid. –otra ráfaga de viento me sacude y me obliga a dar dos pasos en un intento de hacerme perder el equilibrio– Me llamo Andrómeda Brekker.
—Sigame, señorita Brekker, el Profesor Dumbledore espera y según me parece, le caería bien un ambiente más cálido. –estira la mano y me invita a caminar– Sus maletas estarán en su habitación.
—Pero que frío. –gruño cruzando firmemente los brazos y poniendo mis manos debajo de las axilas– He perdido la costumbre de estar en climas tan gélidos.
—Escuché que vivía en América, ¿en clima cálido? –me observa con ojos expectantes, parece deseoso de conocer mi perspectiva del mundo.
—Sí, viví en el desierto de Sonora en México, ahí también es frío durante las noches, pero no se compara con esto. –sacó las manos y las tallo con violencia en un intento vano por calentarlas.
—Vaya, jamás he visitado México, debe ser bonito. –suspira con una sonrisa enorme, ante su comentario rebusco en mi mochila una fotografía de mi perro posando en el desierto Sonorense y se la extiendo con una sonrisa– ¡Cielos, pero que belleza!
Toma la fotografía entre sus grandes y callosas manos, sus mejillas se tornan rosadas y no logra ocultar su sonrisa mientras nos adentramos en los pasillos del castillo.
—Que lindo perro, se ve adorable. –lo señala con una sonrisa– Yo también tengo un perro, se llama Fang y es un poco cobarde, pero aún así lo quiero.
—Mi perro se llama Ares, es un Terranova negro que pondría a cualquiera de rodillas en sus días más complicados. –sonrío orgullosa– Pero en sus días buenos es como un pan dulce y suavecito.
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REX CUENTA HISTORIAS
Short StoryAquí mi querido lector, encontrarás diferentes historias maravillosas y cortas que te volarán la cabeza y que te harán olvidarte de que estás leyendo. De verdad espero que disfrutes leyendo estas historias tanto como yo me divertí desarrollando cad...