♤LAS FLORES DEL DOLOR♤

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♤LAS FLORES DEL DOLOR♤

—¡Esto es una estupidez! –grazna Tristan– ¡Es sólo un libro!

—¡Ese libro fue el último regalo de mi padre antes de irse con otra mujer! El último antes de que se convirtiera en un desconocido. –replico furiosa conteniendo el ardor de las lágrimas y el nudo en la garganta.

—¿Qué... –intento sacárselo de las manos de un jalón, pero sólo logro arrancar violentamente la pasta.

Me paralizo en el momento y miro como él se sonroja avergonzado mientras algunas hojas caen al suelo con tranquilidad; aprieto los puños con la pasta entre los dedos y la arrugo hasta que me duelen las palmas.

Lo miro con los ojos vidriosos y lo golpeo en el pecho con los puños cerrados una vez, luego otra y otra más, hasta que me toma las muñecas para detenerme.

—Eres un hijo de la chingada. –bufo mientras me revuelvo intentando separarme de él– ¡Eres un gran hijo de la chingada! –Tristan aprieta los labios, luego sus hombros caen, me extiende lo que quedó de mi libro y yo se lo arrebato.

—Lo siento, te compraré otro, no sabía que era tan importante para ti. –susurra y yo le doy la espalda caminando hasta mi asiento.

—No es reemplazable como los calzones, pendejo. –respondo para luego ignorarlo y llorar en silencio en un rincón.

Oh papá, el libro que me regalaste fue destruido de una forma atroz e inmadura, sé que no había motivos para molestarme, pero nadie había tocado ese libro desde que te fuiste. Tú y yo nada más. Lo único bueno por lo que mi odio hacía a ti se controlaba, ahora no hay nada bueno en mi vida.

—¿Jules? –Tristan se acerca con cautela como si lo fuese a aniquilar con solo mirarlo– No puedo arreglar tu libro con un lo siento, pero conozco a alguien que puede conseguir cualquier libro original y firmado sin importar de que autor sea. –entrecierro los ojos.

—No me importa lo que tengas que ofrecerme. Me importa un bledo si consigues que la Biblia este firmada por Dios. –prosigo señalando el montón de páginas revueltas– Quedatelo, ya profanaste lo único bueno que tenía en mi vida, no puedes reemplazarlo con tu dinero.


°•°•°•°•°•°

Lleno la caja de la camioneta con el encargo de pasto para los señores Colligan.

Trabajar en un lugar donde se diseñan y arreglan jardines no es el paraíso, pero es lo único bueno en un pueblo medio solitario.

—Muy bien Julia, quiero que pongas el pasto en la casa de los Colligan sin que haya quejas, esos ricachones no pasarán nada por alto. –señala mi jefe, Ernesto Domínguez.

Me molesta que me llamen Julia, pero ¿qué más puedo esperar de un viejo estúpido?

—Tranquilo, señor Domínguez, los Colligan nunca se han quejado de mi trabajo, por eso exigen que sea yo quien arregle su jardín. –él forma una sonrisa forzada en su espantosa cara.

Creo que a este lo besaron y lo convirtieron en sapo, ugh y ni hablar de la pobre mujer que es su esposa, tal vez ella le da la espalda toda la noche para no tener pesadillas.

—Como sea, sólo tráeme el pago cuando termines porque supongo te llevará un par de días ¿no? –asiento y él exhala lentamente y se va– ¡Quiero mi maldito dinero! –grita y desaparece en su oficina.

REX CUENTA HISTORIASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora