☆EL CORAL ☆

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☆EL CORAL☆

Estoy en una habitación compartida con mi hermana, donde hay ropa por todos lados, y donde recién nos acaban de trasladar.

Al parecer, las antiguas residentes no tuvieron oportunidad de empacar, así que nos han exigido que la ordenemos nosotras.

Han pasado semanas desde que Derek Korovin nos trajo aquí, después de un brote experimental en una playa atestada de personas.

No se sabe nada de quién liberó el virus o de qué este compuesto exactamente, lo único de lo que de tiene conciencia es que se contagia a través de fluidos como la sangre o la saliva, y hasta el momento no hay datos registrados de pacientes que se hayan recuperado.

Este virus fue llamado vulgarmente como "El Coral" ya que la infección causa severas llagas verdes en el área de contacto y se extiende por el cuerpo a modo de venas moradas, cuando llega directamente a los órganos importantes como el corazón o el cerebro, el huésped muere, lenta y dolorosamente; el Coral los destruye por completo, avanza tan rápido que a veces les es imposible identificar cuando alguien esta enfermo, ya que de un momento a otro el estado de salud se deteriora dramáticamente, pero todos los casos tienen asegurada la muerte.

—¿Cómo se supone que duerma en esta cama si esta a rebosar de ropa? –grazna mi hermana arrojando todo al suelo con gesto de desagrado.

—Recuerda que debemos doblarla y separarla, contar las piezas y entregarlas al encargado. –rasco mi nuca y apunto las prendas– La chica que se suicidó dejo sucio el suelo con su sangre, llamaré para que desinfecten la habitación y ... –la miro severamente y ella se encoge de hombros indiferente.

—No es necesario, el suelo quedo manchado, pero ya lo desinfecaron. –aclara Derek detrás de ambas, observándonos desde el marco de la puerta.

—Dios, ustedes son una mierda, derraman miel a los que piden agua. –hace una mueca de asco y luego se va– La ropa es toda tuya, hermanita.

Abro la boca para protestar, pero no se me ocurre nada  Derek entra y recoge el montón de ropa del piso, comienzo a doblarla acomodándola primero por talla y luego en montones de 10 piezas.

—¿Si sabes que solo debes contarlas verdad? –pregunta mientras cambio los montones a la cama de mi hermana.

—Me entretiene, además, a veces se me olvida cuantas llevo. –continuó en lo mío y él me ayuda.

°•°•°•°•°•°

—¡Niño! –grito llamando a mi hermano menor– Ya es hora de cenar. –corre a la mesa y le doy un plato con verduras y atún enlatado– Come todo.

—¿Qué? ¡Son demasiadas verduras! –gruñe y yo me encojo de hombros– Sabes que no me gusta el atún.

—Lo siento, es la ración de hoy. –palmeo su hombro y él bufa– Si lo comes todo, consideraré la idea de darte postre.

—¡¿Hay postre?! –aplaude y yo ladeo los labios, no debí decirlo en voz alta.

—Come y lo verás. –continuó y le doy el otro plato a mi hermana.

—No comeré eso. –masculla mirando el plato, como si fuese a vomitar– Se ve asqueroso.

—No repliques, la comida no debe verse bien para saber que es comestible. –gruñe y cruza sus brazos negando con los labios fruncidos en una mueca– Solo come, por favor, no necesitamos discutir por esto. –ella me mira y luego arroja el plato al suelo como una niña haciendo berrinche, mi paciencia se termina y en lugar de arrancarle el cabello a jalones decido ignorarlo– Bien, no comas, al cabo que la gente que aún se esconde no tiene nada que comer, ni siquiera su propia mierda. –azoto la mano en la mesa y ellos se asustan, quizás no me salió tan bien como pensé.

REX CUENTA HISTORIASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora