●AL BORDE●

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•AL BORDE•

¿Por qué aún sigo aquí?

Soy incapaz de sacar de mi cabeza esa idea de que yo debía ir ahí en ese automóvil, estar en ese instante para morir con mis padres en lugar de estar aquí, en la Universidad, como si estos cinco años nunca hubieran pasado, como si yo fuera feliz cuando mi corazón esta dividido en diminutas fracciones esparcidas a lo largo de mi vida, atrapadas en recuerdos pasados, incapaces de encontrar tranquilidad, tristes y frágiles pero que arden con la fuerza de una llama mortífera.

—¿Me escuchas? –grita la maestra de Administración y toda la clase se ríe– ¿Cuántas veces debo repetirte que pongas atención, Garibo? –me encojo de hombros y ella continúa su clase con normalidad.

Ni siquiera sé qué dijo, esa mujer se ensaña conmigo y no sé qué le hice para merecer tal trato.

¿Por qué no solo me expulsan para hacer más fácil el trabajo de todos? ¿Qué porqué no me he dado de baja de la vida? Pues porque soy muy cobarde para eso.

—Sí, es una perdedora. –veo de reojo al subgrupo de mi lado derecho, hablando lo suficientemente alto para dejarme escuchar cada una de sus palabras, pero lo bastante bajo como para no ser atrapadas– Es tan patética que da pena ajena.

—¿Por qué no vienes y me lo dices a la cara? –digo a regañadientes y ellas se indignan prefiriendo un graznido.

Esperan a que se vaya la profesora y se acercan a mí de la misma forma en que un león acecha a un antílope.

—Vaya, vaya. Al experimento fallido le salieron agallas. –la miro con severidad incapaz de responder, solo quiero derribarla y darle unos buenos golpes... si tuviera idea de como golpear.

Al no tener respuesta de mi parte decide burlarse como siempre, con el mismo chiste porque a todos les parece gracioso, aunque lo hayan escuchado mil veces.

—Es una pena que la graduación esté tan cerca y tu seas la encargada de dar el discurso de despedida, ¿tus padres podrán venir a verte hacer el ridículo? Porque sería alucinante, aunque pensándolo bien eso no pasará, ¿sabes por qué? Porque tus padres ya son comida de los gusanos. –sueltan unas risotadas tan sonoras que me hacen cubrirme los oídos y ponerme de pie, jamás fue gracioso, burlarse de la muerte de alguien es malvado, es caer demasiado bajo en la escala de lo malo.

Contéstales. Tu puedes Kenia, solo grita lo que necesitas decir. Defiende tu nombre por una vez en tu jodida vida.

—¡Cierra la boca de una maldita vez! –grazno y ellas se callan de golpe– No eres graciosa, solo das vergüenza y pena ajena.

—¿Qué has dicho? –me empuja la patrona del grupo y todo el salón dirige las miradas a nosotras, guardan silencio de golpe. No te acobardes ahora, no ahora. Plantate recta y firme como una roca, no más burlas, no más miedo– Repítelo con huevos, ¿Qué dijiste?

—Dije... –vamos, tú puedes solo dilo– ¡Que cierren sus apestosas bocas de una puta vez! –ellas al igual que todo el grupo abren los ojos como platos del asombro que causó mi agresividad.

—¿Qué te hace pensar que puedes hablarnos así? –su voz chillona me hace enojar aun más. Aprieto los puños y la empujó, arrojandola sobre las bancas haciéndola caer al suelo de culo.

—¡Cierra la maldita boca, con un carajo! ¡Ya me tienes hasta la puta madre con tus comentarios pendejos! –ella abre la boca pero yo continúo rápidamente antes de que mi valentía sé disipe– Tú eres... irritante. Aún no entiendo como todos te adoran. ¡Eres una mierda! Exijo que no vuelvas a mencionar a mi familia y de paso, vas y chingas a tu reputísima madre.

REX CUENTA HISTORIASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora