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Cuando Leire se despertó la cabeza le daba vuelta. Sentía su vista nublosa y sus oídos le zumbaban, su cuerpo le temblaba mucho y sentía un frío sudor cubrirla.

— Joder... Gabby... —  En ese momento recordó todo y abrió los ojos preocupada sentándose rápidamente en la cama. —  ¡¿Gabby?! ¡¿GABBY?!

Su preocupación se levantó aún más cuando no la vio ni la escuchó, Gabby no se separarria de ella en ningún momento, es muy sobreprotectora.

¿Estará muerta? ¡No, joder, no!

Gabby era su mejor amiga, no podría superar su muerte, nunca debió traerla. Sin embargo, Gabby no la hubiera dejado adentrarse al peligro sola, lo sabía pero tal vez Gabby tenía razón, nunca debió venir ni siquiera debió sugerir la idea, nunca tuvo garantía de que funcionará peor si tenía garantía de la gran voluntad de que pudieran morir y ahora Gabby pagaba por su locura.

— ¡GABBY! — Volvió a llamar y se levantó de inmediato pero las piernas no le respondieron y cayó al suelo de inmediato golpenaodse bruscamente. — ¡Mierda!

Quería llorar, en realidad, ya lo estaba haciendo ya que se sentía tan inútil y enojada. ¡Sus jodidas piernas no le respondían!

— Mierda.— Gruñó Tavros al ver  a la pequeña humana con cabello de ébano llorando en el piso.— ¿Estás bien humana?

En ese momento Leire lo escuchó y miró asustada a la bestia de piel rojiza, ojos dorados y cuernos amenazantes, parecía mugir un poco. Se veía aterrador y mucho más cuando se acercó a ella, Leire retrocedió todo lo que pudo hasta chocar contra la pared y en ese momento odio más a su suerte.

— Humana, no te haré daño.— Dijo Tavros tratando de calmarla pero parecía hacer el efecto contrario.

—  ¿T-tu ha-hab-hab-las m-mi id-idio-ma-a? — Preguntó sin saber si su temblor aumento por el miedo o porque tenía cada vez más frío.

— Tranquila humana, nadie te lastimará.— Tavros se agachó hacia ella lentamente y ella jadeó.— Mí madre también era humana.— Esperaba que ese dato la calmara pero aún veía el miedo reflejarse en sus ojos tan oscuros como la noche, una bella noche hay que admitir.— Mí hermano menor te encontró a ti y a tu compañera humana en nuestro río y te trajo aquí.

— ¡Gabby! — El comentario sobre la otra humana provocó que se olvidara de sus miedos y se acercó a él preocupada. — ¡¿Donde esta?! ¡¿Esta viva?! ¡¿Le hicieron algo?!

— Humana.— Dijo una voz más profunda detrás de Tavros, Adoth estaba con los brazos cruzados mirándola y Leire tragó saliva tratando de ignorar si miedo, ambas bestias eran espeluznantes e intimidantes.

Y con ellos quieres tener un hijo.

Leire se enojo consigo misma por dos motivos más a su lista de motivos: uno por tenerle miedo a ellos cuando había venido totalmente confiada y repitiéndose que no debía temerlos por aún eran humanos de alguna forma y el segundo motivo fue porque a su mente le gustaba reprocharles en el peor momento.

— Tu acompañante está viva y está bien, se quebró la pierna pero ha mejorado mucho en estos días gracias a nuestra medicina. Esta almorzando ahora, te ha cuidado todo este tiempo. Tu raza es terca.

—¡¿Días?! ¡¿Cuántos días estuve aquí?!

— Seis días.— Contestó la bestia parecida a un toro.— Y aún te ves mal.— Tavros miró a su hermano con una clara preocupación.— Aún tiembla mucho y percibo fiebre.

— La toxina aún está en su cuerpo, ve por Kraight, yo me quedo a su lado.

Tavros salió de inmediato y Adoth se acercó a ella, Leire se alejó un poco pero la pared le seguis impidiendo, eso molestó a Adoth muchísimo, no porque fue una bestia significaría que la lastimaria.

— Humana, déjame ponerte sobre la cama, estás enferma y empeorarás.— Adoth podía ver el sudor hacerla brillar, eso lo preocupaba mucho, además sus bellos ojos estaban lagrimosos. —No te lastimaré de de haberlo querido, ya lo habría hecho.

Leire lo pensó mejor y él tenía razón, de querer haberla lastimado ya lo habría hecho por lo que aceptó su ayuda para ponerla en la cama rara. Leire puso sus brazos alrededor del cuello de Adoth y este la levantó con mucho cuidado para dejarla sobre el montón de pieles.

A Leire le sorprendió la amabilidad y calidez de la bestia, incluso su aroma a bosque y masculinidad que desprendía la sorprendió cuando lo encontró agradable, incluso instintivamente lo olfateó un poco más.

— ¿Cuál es tu nombre humana? — Adoth quería saber el estado de su consciencia.

— Le-le-ir-e-e, Leire Bel-belcou-urt, lí-lid-lider del G-gran Cl-clan d-drl S-sur.

A Adoth le daba risa el hecho que ella se dijera a si misma "líder" era una niña aún, le faltaba mucho para ser líder especialmente saber protegerse a si misma.
Jodida vida que el hecho de ponerla en tal importante posición. Apenas era una niña y ya tenía que deber de concebir para su pueblo.

Y si desesperación la llevó a su reino.

Ella es una pequeña princesa de cabello de ébano, labios de  sangre, ojos de noche  y piel de espuma blanca como el agua.

No podía recordar cuando había sido la última vez que había contemplado una belleza tan magnífica.
Si de él dependiera, llenaría su joven y plano vientre de sus bebés, depositaria su semilla en aquella joven y fértil tierra una y mil veces.

Pero eso no dependía de él, aún.

— Leire... Leire.— Probó el nombre en su lengua y nunca sintió un dulzor tan fuerte en ella como ahora. Si su nombre era miel ¿Entonces como se sentiría un beso de ella?

— ¿T-tu e-er-es?

— Adoth, Rey de las Bestias.

Leire abrió los ojos sorprendida, el Rey de las Bestias es quién sostenía su enfermo cuerpo con tanta delicadeza y cariño que le parecía mucho más aterrador

Pero si has venido a procrear con él.

Ne-nec- necesito T-tu a-ay-ayuda. Y-yo...

— Shhhh lo sé, lo sé... No hables, descansa Leire.

Leire quería resistirse pero simplemente su cuerpo se sentía agitado, no podía mantener los ojos abiertos por más tiempo.

— Shhh duerme un poco... Duerme un poco mí reina.

El Reino de las BestiasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora