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Vulk se sintió impotente, sentía que era demasiado injusto que él haya despertado y que los demás machos estén en esas condiciones tan fatales. Claro que había una razón por la que él estaba mejor y ellos no: el tiempo, de haber llegado antes los machos estarían en mejores condiciones y no se habrían expuesto tanto al peligro.

—  Hey, mírame. —  Dijo su adorable reina. —  Ellos van a estar bien.

— No lo parecer.— Gruñó con dolor mirando a las bestias y Leire decidió cerrar las cortinas de piel para evitarle la horrible imagen.— Yo deber correr más rápido...

— Hiciste lo que pudiste, no debes culparte por algo que no estaba en tus manos.— Leire se sentó a su lado y tomó su mano entre las de ella que eena suaves, pequeñas y calientes.— Me alegro muchísimo que estés bien, que estés vivo.

Vulk sabía que no estaba bien sentirse feliz, sentirse ilusionado por la confesión de la humana en medio de estás circunstancias, peor no pudo evitar que su corazón latiera más rápido y emocionado. Leire lo miraba con ¿Adoración? Parecía realmente feliz de verlo vivo y había algo más en su mirada, algo más dulce y cálido, ya no lo miraba con desconfianza o con miedo, lo miraba como... Como si mirara a Adoth.

— Leire...— Vulk se aclaró la garga ya y ella negó.

— No deberías hablar hasta que Kraight te revise.— Insistió la humana acariciando su mano cuidadosamente.

— Tú no deber estar aquí, es lugar horrible. Muy enfermo.— Dijo negando.

— Me da igual, no me importa. Tú estás aquí así que yo también, además... — Leire bajó la mirada y besó los nudillos de Vulk.— No podría estar tranquila sabiendo que estás mal.

Eso lo sorprendió demasiado, se preguntaba que fue lo que le hizo cambiar a la humana par que lo tratara tan dulcemente. No es que se quejara, claro que no, pero no podía comprender como es que ella no lo estaba aborreciendo o mirándolo como si él fuera un monstruo malvado. Podía ver en sus ojos preocupación por él y realmente olía asi, pareci angustiada por él ademas de nerviosa ¿Acaso él hizo algo para ponerla en ese estado? Era evidente que no podía entender como la humana podía cambiar tanto, un día lo detestaba y al otro le estaba besando los nudillos.

— Mi Reina usted...

— Perdón.— Lo Interrumpió de inmediato y él la miró confundido.— Yo... Te traté mal... Realmente te traté injustamente.— Ella se veía sonrojada y eso alarmó al macho.— Tú me salvaste la vida, dos veces, por ti sigo viva y yo... Solo te hice sentir mal, realmente lo siento mucho.

— Tú tenerme miedo.— Gruñó comprensivo.— Yo ser bruto con algo ser tan delicado y precioso como mi Reina.

Leire se sonrojó aún más y Vulk detecto el aumento de calor en su cuerpo, no sabía si eso era malo o bueno pero al menos ella no estaba huyendo de él está vez ¿Acaso le estaba generando el mismo efecto que Adoth? Rezaba a la Tierra porque así fuera, realmente quería que ella lo vier acomo su compañero, como un de los machos de su harem, como alguien importante.

— Ya no te tengo miedo.— Dijo mirándolo a lao ojos y le sonrió.— Puede que sienta algo muy distinto por ti.

—¿Cómo que?— Preguntó curioso y con cierta dificultad para controlar sus emociones.

— Como esto.

Entonces Leire se levantó un poco y se inclinó a él, Vulk no lo vio venir cuando los dulces labios de Leire tomaron contacto con los de él. Claro que Leire no lo forzaba a un beso caliente y fogoso, pero era uno muy dulce y tierno que consiguió que todo el cuerpo del macho cobrara vida y su corazón doliera tanto, sentía que sus ojos picaban por soltar algunas lágrimas y que, si no fuera por sus actuales circunstancias, él ta la habría tirado al catre para besarla como tanto deseaba hacerlo.

Era un beso tímido, dulce y honesto. Vulk no podía evitar sentirse como un glorioso guerrero que venció su desafío más grande. Su boca correspondio a Leire y ella le acarició el pecho con cuidado y mucha suavidad, temiendo tocar una herida.

Al romper el dulce encuentro de sus labios, Leire junto su frente con la de él y frotó su nariz con la suya, una muestra más dulce y tierna de cariño a lo que él correspondio apretando su cintura cariñosamente, temía que si no la tocaba todo se desvaneceria en un dulce y cruel sueño.

— Leire tú...

— Es lo que los héroes merecen.— Sonrió la humana.— Un digno tratamiento especial de la mujer que lo quiere mucho.— Vulk la miró sorprendido y ella se sonrojó.— Puede que Adoth sea el Rey, pero para mí tengo cinco reyes que me hacen feliz y espero poder hacerlos feliz. Aunque uno de ellos tenga complejo de héroe suicida y se lance a misiones peligrosas.— Leire le acarició la mandíbula y lo miró con dureza.— Si lo vuelves a hacer, deberás estar muy seguro que volverás con vida... Porque no te lo perdonaré nunca en caso contrario.

Vulk no sabía que decir, tenía tabtas cosas para decirle que no podía encontrar una sola para la ocasión. Había pensado que Leire nunca lo vería como él deseaba pero ahí estaba, acaricaindolo con mucho cariño y besando sus labios secos sin asco alguno, su dulce olor destacaba entre todo el horrible olor a enfermedad y de repente el mundo se redujo solo a ella, ya no pensaba en los machos que estaban graves o si sus hermanos estaban a solo unos metros.

En ese momento, en ese catre y tras esa cortina de pieles, Leire le estaba ofreciendo su corazón puesto que ella había tomado el suyo y lo había aceptado con gusto para cuidarlo y hacerse su dueña por toda la eternidad que les restaba.

¿Era este el tipo de tratamiento que un héroe merece? Él se sentía como un maldito hijo de puta por disfrutarlo tanto y pidiendo mentalmente que nunca se termine, que su Leire lo amara cada día más como ama a su hermano.

Que pudieran ser los seis muy felices y que Leire jamás se vaya de su vida, si ella los dejaba, él de seguro moriría por ella.

El Reino de las BestiasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora