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En el momento en que Leire vio al macho acuático meterse entre sus piernas, supo que no iba a poder pararlo. Tampoco quería hacerlo.
Se sentía nerviosa por lo que ocurriría pero ni así pudo ser fuerte a la tentación ni a la curiosidad. Además, sabía que su sexo estaba goteando por esa bestia, necesitaba alivio o moriría de las ganas de sentirlo.

Esto era el infierno y el paraíso fusionados.

—  Mí Reina, relájate. —  Susurró el macho contra su piel sensible. Estaba a milímetros de su sexo.

— Yo... yo... Estoy avergonzada, ¿Y si sabe mal?

— Sabe delicioso, mí señora.

A Leire se le aceleraba todo el cuerpo cada vez que Sven hablaba. Había un magnetismo, una adicción a esa voz varonil y ronca, algo que le hacía doler en sus partes sensibles: era la necesidad de ser tocada como antes.

— Mí Reina, difrutar.

Entonces sin previo aviso sintió una larga y lenta lamida de algo que estaba entre frío y caliente. La lengua de Sven era frío pero su saliva y aliento era caliente lo que la volvió loco y al instante se encontró deseando más y más de eso.

Entonces Sven  volvió a lamerla, una y otra vez. El macho se deleitaba lamiendo su coño, saboreandolo y jugando con su tubérculo se placer. Parecía que lamia los pétalos de una rosa por la forma en la que se abrían para su lengua.

Cada gota del elixir de su reina  era como si le diera más vida, como una droga buscando más y más del frenesí que le regalaba. No sabía cuándo parar, no había nada que lo detuviera de adorar con su lengua a su diosa, a su nueva religión.

— No dejar... De pensar en esto, de lamer a mí Reina.— Murmuró contra la piel de Leire haciéndole cosquillas en su coño.— Desearte... Mucho.

Leire no sabía que era más excitante ¿Su lengua o la imagen que le brindaba? No sabía cómo era que se podía sentir tan poderosa y femenina al ver ese gran macho bestial sumergido entre sus piernas, alimentándose de ella. Veía el movimiento de su cabeza y podía sentir lo que le hacía allá abajo, no había nada que pueda compararse con el placer visual y sensitivo de ese momento.

Le gustaba su poder sobre él.

Sus manos acariciaron la cabellera oscura como la noche animabdo aún más a su macho a tomarla por completa. Si, SU macho. No había forma ahora de negar la atracción entre los dos.

Sven sonrió cuando Leire dejó caer su cuerpo en la cama de pieles abriendo aún más sus piernas, parecía una pequeña gatita ronroneando por más mimos de su macho. Se veía tan dulce y jugosa, una buena cena sin dudas.
Sintió la molestia creciente entre sus piernas, debía liberar su miembro dolido, necesitaba tocarse para calmar la presión pero su reina estaba primero, sentía que ella estaba tan cerca. Ese vestido... Le impedía verla por completo de nuevo, necesitaba verla con urgencia.

— Mí Reina... — Susurró el macho deteniéndose, provocando una protesta de parte de su diosa que lo hizo sonreír.— Querer adorar a tu cuerpo desnudo, tu me permitir.

Leire dudó un segundo en comprender las palabras y otro segundo en decidir si complacerlo o no pero finalmente decidió quitarse el vestido exponiendo con un poco de pudor su cuerpo desnudo.
En el momento en que Sven levantó su cabeza y la vio sin nada, supo que estaba más perdido aún.

— Oh joder...— Respiró con dificultad.— Mí Reina...— Jadeó antes de volver a su trabajo con su coño a punto de estallar muestras con sus manos acariciaba esas protuberancia que según sabía eran las "tetas" de su reina, con la actuales alimentaria a sus crías.— Se vuelve más y más dulce.

Entonces sucedió, Leire llegó al orgasmo entre gemidos y frutos de placer. Su cuerpo se sacudió violentamente en la cama mientras Sven recogía cada gota de ella, sería un pecado mortal dejar escapar una.
Al terminar la sensación de explosión, Sven le dio unas tres lamidas extensas y tortuosas volviéndola poco a poco al juego.
Sin embargo, embargo en el momento en que Sven se levantó y la vio sobre la cama, desnuda, con las piernas abiertas, suspirando por el orgasmo, con su cabello esparcido y sus pezones oscuros erectos, sintió las inmensas ganas de tocarse. Necesitaba masturbarse urgentemente.

— Mí Reina... Necesitar...— Gruñó dudoso.

—¿Si?— Lo miró Leire algo cansada.

— Tocar mí... Verga, necesitar descargar...

— Mmm si, hazlo.— Contestó la humana aún sumisa en esa nube intensa y sin entender mucho a lo que se refería.

No fue hasta que el macho se liberó del pedazo de cuero que cubría sus partes masculinas y saco ese bestial miembro azul hinchado, incluso podía ver el presemen. Se veía tan grande y duro, se preguntaba ¿Como se sentiría en ella? Pero el pensamiento se escapó por su boca antes de darse cuenta.

— Quiero sentirlo...— Susurró hipnotizada por el miembro.

—¿Que?— La miró entre nervioso y emocionado.

— Lo quiero.— Dijo firme la humana desde la cama, abriendo aún más sus piernas.— Follame Sven, te quiero adentro.

Para el macho le parecía una locura que si diosa le pidiera tal cosa. Moría por entrar en ella y sentir lo que su hermano sintió, pero una parte de él no se sentía seguro por varios motivos, especialmente porque él nunca había estado con una hembra y no sabía si la lastimaría.

— Hazlo.— Gruñó alguien detrás de él haciendo que ambos se giren a buscar el dueño de la voz: Adoth.

— Hermano...— Susurró sorprendido la bestia acuática.

— Adoth...

— Tu Reina te pide que le des tu verga, no puedes negarte hermano mío.— Gruñó el Rey acercándose a la cama donde estaba la humana.

— Yo no sé... La lastimaré.

— Confía en mí, no le harás daño. Solo lleva tu verga a su pequeño hueco y empuja hacia adentro, espera unos minutos y luego sácala y así.

Leire vio las dudas de Sven y le pareció tierno, de cierta forma. Desesperada por ser llenada tomó el miembro de Sven y lo llevó adentro de ella tomando al macho de sorpresa y al mismo tiempo enorgulleciendo a su rey.

— Con cuidado cariño, Sven es grande, tómalo con calma.— Le susurró Adoth en su oído poniéndola más caliente.

Saben por otro lado casi colapsó al sentir tal estrechez que parecía que le exprimía el pene. Su calor era tanto, jamás estuvo unido de esa forma a nadie.

— Hermano, espera unos segundos y sácala para volverla a meter.— Dijo Adoth jugando con los pezones erguidos de su Reina poniéndola más excitada.

Poco a poco y gracias a las indicaciones de su hermano, Sven tomó ritmo. Primero lento y luego más rápido hasta el punto de escuchar el sonido del golpe contra el cuerpo de la humana la cual no paraba de gemir de placer, entregándose a ambas bestias: Adoth se encargaba de estimularla y Sven de follarla.

Ahora Leire recordaba lo bien que había disfrutado del sexo, no podía describir lo que era tener tan gran hierro en su coño entrando y saliendo. Le encantaba como Sven la estiraba y la hacía sentirse llena así como la lengua y las manos de Adoth adoraba a su cuerpo.

Era mucho. No podía contenerse ni aguantarlo por mucho más tiempo. Entonces Sven golpeó algo dentro de ella que la envío al orgasmo más arrasador que pudiera existir que le provocó que apriete el pene de Sven haciendo que la bestia se corra en un rugido animal.

Si, en este momento estaba siendo llenada por semen  mientras su bestia se recuperaba del sueño tan alucinante que estaba viviendo. Pero ella... Fue enviada al agotamiento por lo que cayó dormida al segundo.

Sin dudas... No fue un sueño.

— Duerme mí Reina.

El Reino de las BestiasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora