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Escuchar el sonido del agua cayendo en mi bañera despertaba toda clase de pensamientos maliciosos en mi cabeza

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Escuchar el sonido del agua cayendo en mi bañera despertaba toda clase de pensamientos maliciosos en mi cabeza. Tuve que controlar mis impulsos por entrar en el baño y reclamarla como un Neanderthal.

Debíamos hablar de la monstruosidad que descubrí y fue hábil al deducir que estaba ganando tiempo. Aunque en realidad no me molestaba ganar tiempo si eso significaba estar más cerca de ella.

Bebí otro café previendo que la noche no se acabaría tan rápido; en dirección a mi habitación me sobresalté al chocar de lleno con Candela.

Con la toalla a modo de turbante envolviéndole el cabello y el toallón rodeándole el cuerpo, las gotas sobre su piel me invitaban a besarlas una a una. Tragué duro.

―Mmm...olvidé agarrar la ropa del cuarto de tu hermana ―Con una mano se sostenía el centro de la toalla, ajustada en un dudoso nudo en tanto que, de la otra, colgaba un retacito pequeño de encaje negro.

―Oh, bueno...si...ejem...andá nomás, yo iba a cargar mi celular...―Rasqué mi nuca, las palpitaciones a mil y mis huevos tensos como dos Kinder de chocolate. Si los tocaba, puede que saliera una sorpresa de ellos también.

Cada uno fue hacia su destino sin decir una palabra más. Una vez en mi habitación, intenté calmarme, bajar las pulsaciones y controlar mis ganas por abrir la puerta contigua y someter a la mejor amiga de mi hermana a esa necesidad carnal y desesperada de tenerla como nunca.

Pensé en el miércoles de ajedrez con su abuela, en que debía ponerle agua al sapito del auto, en las compras del supermercado...cualquier cosa que me quitara de la mente sus pies con sus delicadas uñas pintadas de rojo, el tatuaje de corazón en su hombro izquierdo y la gota de agua que se deslizaba desde la base de su cuello hacia el valle de sus pechos.

Controlado, regresé a la cocina y refregué las tazas como cien veces.

El aroma a manzana del shampoo me alertó de su cercanía.

Maldito fuera mi buen olfato. O no.

―Perdón por salir así del baño, pensé en pedirte que me alcanzaras la ropa, pero resultaría incómodo.

―Bueno, lo que pasó tampoco fue muy cómodo que digamos. ―Giré, una remera holgada tapaba su delicioso cuerpo y un pantaloncito corto cubría sus piernas.

―La parte de arriba bien, pero la otra me corta la circulación ―Mi hermana y ella tenían distintas tallas, sobre todo, en lo que respectaba de la cintura para abajo.

―¿Querés alguno de mis pantalones de deporte? Digo, quizás te sientas más cómoda con algo menos apretado. Ehhh, no quiero decir que te quedan mal, pero no...―Empecé a divagar, nervioso.

―Dale, sí, prefiero un pantalón tuyo. No quiero que el elástico de este short me parta en dos.

Reír de sus bromas o de las mías se sentía orgánico, natural y la familiaridad en el trato hacia todo aún más difícil de evadir.

"En lo profundo de mi alma" - (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora