21 •Me haces diferente.

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Miércoles con m de mierda y de muy mal día para despertar.

El corazón me tiembla a un ritmo sobrenatural, mamá me acaba de dejar en la puerta de la nueva casa de papá y su auto no está aparcado. Él no está, pero si hay otro vehículo a su lado, el de su novia supongo... ahora entiendo porque mi madre se marchó tan rápido. Dios, tendría que haberme negado a bajar del auto... ¿y si no me agrada y no tenemos tema de conversación? Esto seria el principio de una rivalidad a muerte.

Me acerco a la puerta y como no tengo llave, tengo que rebajarme a la posición de tocar el timbre. Tarda algunos minutos, pero finalmente se abre y mis ojos se clavan en la persona que se acaba de ganar un boleto directo al infierno. ¡Tiene que ser una maldita broma!

Mis manos están temblando ligeramente, voy a tener un ataque de estrés y moriré ahora mismo, empujo su cuerpo para pasar, sus ojos azules me siguen en cada movimiento y las palabras no salen de su boca.

—Solo espero que me diga que esto es una confusión —susurro entre dientes, si es lo que yo pienso estoy completamente dispuesta a tomar de su cabellera rubia y arrastrarla por todo el pasillo, llevarla al medio del patio trasero y con su cuerpo hacer un pacto con satán.

—Anna —nombra, mis manos se aprietan entre si y mi mirada hacia ella no es precisamente de amor —Tu padre y yo estamos enamorados —suelta, así sin más. Achino un poco mis ojos, voy a saltarle encima en cualquier momento.

—Supongo que mi padre está enterado sobre cierta situación señorita Lombardi —niega rápidamente y se acerca para sostenerme por los hombros, sin perder la postura elegante.

—No lo sabe y agradecería que no le dijeras de verdad lo quiero muchísimo Anna —susurra casi en suplica, la señora de limpieza pasa por mi lado y nos da una mirada extraña, Lombardi se aleja de inmediato.

—Se lo dirás —niega —lo harás por respeto y si no lo haces, lo haré yo —me doy la vuelta para subir las escaleras, necesito procesar esto en silencio y en paz.

—Te daré lo que quieras Anna

—El soborno no es opción —grito y me causa un poco de gracia escucharla maldecir —¿Cómo es que nadie me dijo nada? —pregunto adentrándome en mi habitación. Se supone que mi madre... claro.

¡Claro! Por eso esa razón huyo la desgraciada.

Pero dios, ¿Cómo es que mi padre no me confeso que estaba saliendo con la directora de mi institución? Lo único decepcionante es que decora de manera muy horrible, tan elegante y sin gusto.

—Anna de verdad —entra a mi habitación, será una pesadilla convivir con esta mujer aquí —el no me lo perdonaría —comienzo a desempacar la ropa que lleve a casa de mi madre y la acomodo en un armario tan vacío como mi vida.

—¿Por qué piensa que no lo haría? —pregunto sin mirarle

—¿Quién diablos perdonaría eso? —para ella esa pregunta es una obviedad, pero para mi es algo más diferente.

—Alguien que creería que es un error

—Tu no me crees

—Si le creo —me giro sobre mis pies y analizo a la mujer recostada sobre la puerta —por eso le pido que le diga la verdad, de lo contrario ya estaría llamándole y pidiéndole a gritos que la corra de la casa —suspira —¿desde cuándo?

—Desde que fue a conocer el establecimiento

—¿¡Le fueron infiel a mi madre!? —pregunto a los gritos y alterada, la señorita Lombardi niega rápidamente y apegando su mano a mi boca.

TE DETESTO;Donde viven las historias. Descúbrelo ahora