6 •Piano.

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"Anna, ¿Cómo estás hija? —silencio —espero que muy bien y que hayas hechos muchos amigos, me hubiera gustado que contestaras la llamada y no tenga que estar yo, hablándole a nada —silencio —¿no te parece?, como sea, envié un pequeño obsequio y técnicamente si los del correo no me engañaron, hoy tendría que llegar. —suspira profundamente, puedo escuchar la voz de otra gente detrás —en fin, Anna te amo muchísimo, por favor no seas cruel con tu madre." —El mensaje se acaba.

—No quedan mensajes en la casilla —la voz robótica me obliga a dejar de ver la caja que está encima de mi cama. Miro el cristal y apago la pantalla de mi móvil, lo tiro al lado de la cama. Lo pequeño de su regalo, no es precisamente pequeño... es una gran caja de color negro que tuve que batallar para subirla. La directora Lombardi insistió en que la abriera enfrente de ella, quería saber que me habían regalado... pero conociendo a mi madre, estoy segura de que tiene un animal exótico, entrenado para que... cuando abra la caja este me salte y me asesine. Vivir con Catherine Leblanc es una completa locura.

Quito la tapa, en ella hay ropa interior... dos camisetas y dos pantalones. Y en el fondo chocolates.

—¿Quién dijiste que era tu mamá? —pregunta Tomas, acercándose a ver todo lo que hay. Sus dedos se deslizan por las etiquetas de la ropa, está claro que no es nada barato y me lo hace saber con una rara expresión en su rostro.

—Catherine... —me mira —Catherine Leblanc

—¡¿Que?! ¿Estás de puta broma? —su nivel de emoción es fatal —¡¿Cómo carajo no me lo dijiste?!

—Shh, baja la voz —llevo mi mano a su boca —alguien se dará cuenta que estás aquí y van a castigarnos —cierra los ojos y asiente

—¡Anna tu madre es un puto icono gay de la televisión! —abro mis ojos —es como la segunda Lady Gaga ¿entiendes eso?

—Si, lo sé... solo no lo andes divulgando —asiente y lleva sus manos a su boca

—Me quedaré muy callado, no diré nada

—Gracias —vuelvo mi atención a la ropa

—¿Me la vas a presentar en vacaciones de invierno? —pregunta y asiento suavemente, no duda ni un segundo para envolverme en sus brazos, como si fuera el mejor regalo del mundo conocer a mi madre.

A la psicópata de mi madre.

Estuvimos unos veinte minutos más en mi cuarto, hasta que nos aburrimos y decidimos bajar.

Pero hacerlo bajar fue todo un reto, a cada rato escuchábamos voces y se nos congelaba el corazón, esta terminalmente prohibido traer muchachos al edificio de las mujeres... aunque presuma ser gay.

—Mierda, olvide mi teléfono —susurro, toqueteo mis bolsillos y no lo tengo.

—Está bien, ¿nos vemos luego? —asiento y le observo marcharse.

Me toma dos segundos subir las escaleras a las corridas, abro mi habitación y vuelvo a mirar la caja, a un lado mi móvil. Lo guardo en mi mochila y salgo de nuevo.

Creo que puedo tomar el elevador, tanto subir y bajar escaleras me ha dejado completamente agotada. Aprieto el botón con molestia, varias veces para que se apresure y comienza a bajar.

En la pequeña pantalla led, me va indicando los pisos.

Once...diez... nueve...

Las puertas se abren, los ojos de Vanth me observan y la sonrisa que aparece en su rostro es de muerte. Sus manos descansan sobre la baranda de agarre y reposa su cuerpo en todo el espejo.

TE DETESTO;Donde viven las historias. Descúbrelo ahora