16 •Fiesta.

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¿Por qué creemos que el tiempo es eterno? ¿Por qué nos esforzamos en que un solo momento dure mil años? Estoy observando a los jóvenes de la institución, el campus está repleto de alumnos que nunca en mi estadía he visto, hay tantas caras que desconozco por completo y eso que cinco meses deberían ser suficiente para conocer a todo el mundo presente; sin embargo, algunos son tan ajenos a mi rostro. Anoche estaba durmiendo en los brazos de Vanth y hoy, aquí, mirando por la ventana del salón de arte y envidiando a los que no tenían ni una sola obligación en esta festividad. Por ser la nueva, me vieron de punto blanco para ayudar y espero que en la próxima; ya no me busquen. Estuve toda la tarde organizando los últimos retoques del día, lleve las calabazas que participan del concurso... bueno, estoy terminando con ello y aunque me costó, logré acomodarlas en una mesa muy bonita, quedaron todas alineadas y listas para ser observadas por el ojo crítico... ¿de quién? No lo sé.

El entrenador Foster toma la calabaza que tengo en mis manos y la pone encima del carrito donde se transportan, analizo sus acciones y luego sus ojos azules, mueve sus labios, pregunta algo, pero no tengo ni el más mínimo interés en prestar una real atención. Así que solo asiento.

La noche está fría, odio haber coincidido con Tomas y vestirme de la condesa, aunque no sé donde anda mi Drácula. Creo que menciono algo de morderle el cuello a alguien y desapareció, un italiano con quien comparte clases de alguna materia que desconozco. Violeta se interpone en mi camino, viste también de condesa y si, ideas de su hermano.

—Hasta que al fin te encuentro —su alegría es total, y mi energía por el suelo. Vanth me devolvió a la institución a eso del medio día o un poco más tarde, no estoy segura... pero en cuanto me vio Foster me atrajo a el como si fuera su mascota. No me ha dejado ni tomar agua. Es que bueno, yo debía estar a las 10am en su oficina. —Me gusta tu collar —susurra deslizando sus dedos por mi cuello.

¡Si, el collar! Victoria Vanth, una cadena de oro con mi inicial; o es una romántica empedernida o solo es la marca de que ha logrado meterme los dedos. No lo sabremos, aún así, es linda y no dude en ponérmela.

—Gracias

—Bueno te buscaba porque tengo algo muy importante que decirte

—¡Blair! —Foster está muy enojado conmigo, me lo hace saber a cada momento que puede.

—Luego, ¿sí? —me regala una sonrisa de compasión y asiente.

Llegamos al gran salón, me acerco a la mesa y mientras Foster me pasa las calabazas yo las voy acomodando con cuidado de que no opaquen a las otras, pero imposible no hacerlo, una es más fea que la otra. En el instituto privado Mentalba no hay mentes de artistas. Dejo la ultima encima de la mesa y elevo mis ojos un momento encontrándome con los ojos de Vanth al otro lado del salón, la directora Lombardi a su lado... le dice algo, pero ella no presta atención porque tiene sus ojos en otro lado y ese lado son mis ojos.

¡Te atrape Vanth!

Lleva a su boca un vaso con un liquido rojizo, creo que es el ponche frutal y gracias a dios no he tenido que hacerlo yo, no me sorprendería que Foster me obligue a cocinar también.

—Hay que ir por las velas Anna —la voz del entrenado de nuevo, rodeo los ojos y dejo de mirar a la mujer mayor para centrar mi vista en un azul.

—¿Dónde están?

—Las deje en mi oficina —mira hacia todos lados, esperando que estén encima del carrito o en algún lugar, pero no...suspiro pesado y me gano una mirada de Foster. —Sin quejas Blair.

Blanqueo mis ojos, dejo las calabazas para después y me propongo ir al lugar donde las ha dejado, o sea su oficina. Y voy con miedo porque el edificio de profesores a está hora debe estar completamente vacío y... me detengo a mirarlo desde afuera, es demasiado grande, algunas luces están apagadas y las otras simplemente ni existen. Empujo la puerta con cuidado, hace un ruido extraño y la dejo abierta, lo ultimo que me falta es quedarme encerrada en algún lugar de estos. Trago saliva, los pasillos se ven demasiados solitarios y un escalofrió me recorre por todo el cuerpo. Miro el ascensor, no es una opción, ni siquiera lo considero, así que subo las escaleras de dos en dos y sintiendo como si alguien me mirara.

TE DETESTO;Donde viven las historias. Descúbrelo ahora