«O35»

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«Conocidos»

Y por más que insistí, Emma se quedó conmigo. El cansancio la consumió por completo luego de una hora y cayó dormida, buscando calor cerca mío y afianzando su agarre a la manta por el resto de la noche. No le importó la incómoda posición ni el frío que nos envolvía. Sólo... para no dejarme.

Aunque era un poco vergonzoso y a la vez no me gustaba causarle esas molestias, su presencia no me permitía sentirme mal por ello, porque tenía esa habilidad de hacer sentir cómodos a todos. De nuevo... Emma siendo Emma. 

Probablemente había reparado en mi ausencia una vez había despertado.

Y justo ahora, podía escuchar de lejos las primeras vocecillas de los niños, danban inicio a una bulliciosa mañana.

—¡Uf! ¡Despertaste! Días. No buenos para ti.

Finalmente fue dando indicios de su despertar. Al abrir los ojos, para su desafortunada suerte, estaba yo. Encontrarse conmigo y mi mirada curiosa sobre él no lo hizo poner de un mejor humor.

El Señor me miró; esa mirada cargada de disgusto que resultó divertida. Intuí sus primeras palabras, algo cómo "largo de aquí" o "fuera de mi vista" , pero no abrió la boca en ningún momento. Su rostro tenía ese indicio de un inexplicable sentimiento que quería pasar inadvertido en su expresión. Pero ese sentimiento suyo se esfumó en el mismo instante en el que se percató de que estaba amarrado de pies a cabeza a la mesa.

Y esta vez su mirada decayó pesadamente sobre mí.

—¿Qué?

—¡Maldita sea! ¡¿Fuiste tú, no?! ¡Voy a...!

—Sí... fácilmente podrías deshacerte de las cintas con esa navaja que llevas en el bolsillo. Ya no más, claro. Ahora la tengo yo.

Sin mucho interés en el objeto le mostré la afilada navaja que también había sacado de sus bolsillo.

Bueno, ¿debía asegurarme de que no tuviese nada peligroso, no? A lo mejor le había quitado un par de cosas además del arma.

—Te mataré a ti y al resto de esos niños tontos si no se largan de aquí ahora —me dijo, completamente seguro de ello. Yo puse un mohín.

—Agradecería que no lo hicieras. No me gustó nada como los trataste ayer. ¿Sabes que sería de mí sin ellos?

—Me importa una mierda.

—Heh... supuse que dirías algo así.

—Háblame bien, niño. Soy tu superior.

—Me importa una mierda.

Mi actitud infantil lo hizo tensar la mandíbula.

—¿Qué diablos quieres? ¿Por qué estás aquí?

—¡Finalmente una buena pregunta! Por esto. ¿Me lo das?

El tipo abrió los ojos en grande cuando me vio sacar su arma, que habia mantenido guardada en mi suéter. No hacía falta decir que no le hizo mucha gracia.

—¿Pero qué mier...? ¡¿También tomate mi revólver?! —se removió de su lugar notoriamente enfadado—. ¡Eres un jodido ladrón! ¡Devuelvémelo!

—¡"Revólver" ! ¿Así se llama? ¡Se ve increíblemente genial! ¿Entonces, me lo da?

—¡No!

—¿Por favor?

𝗲𝘅𝗽𝗲𝗿𝗶𝗺𝗲𝗻𝘁𝗼      the promised neverland & male reader Donde viven las historias. Descúbrelo ahora