«O12»

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«Promesa»

Ocultos detrás de la pared, observamos a Norman y Emma caminar en el pasillo a oscuras hasta detenerse frente a la puerta de la habitación de la hermana. Intercambiaron miradas y tocaron un par de veces, y segundos después, fueron recibidos por la aterradora mujer.

Ah, perdón. Que cosa llamar "aterradora" a una dama. Mejor, una mujer con un encanto distintivo.

—_________, vamos —Don tocó brevemente mi hombro para ganar mi atención. Nos fuimos acercando a la puerta con pasos silenciosos, lo suficiente para alcanzar a oír las voces detrás.

—¿De qué se trata todo esto? —preguntó Nat con impaciencia.

Emma nos había pedido a Don, Gilda y a mí que le revelarámos a Anna, Lannion, Thoma y Nat la verdad sobre el orfanato. La idea era dejarlos escuchar la conversación que Emma y Norman tenían con la hermana y sacar sus propias conclusiones.

—Ya lo verán —aseguré.

Sus semblantes fueron cambiando a medida que la conversación transcurría, y cada vez más cosas quedaban claras. Bastó con una breve explicación luego de aquello para que todo acabase por encajar en sus cabezas. Incluso les dejé saber sobre mí, pues, merecían la verdad. Don y yo nos quedamos viendo como parecían tener una crisis existencial.

—Una locura, ¿verdad? Quién hubiera pensado que somos todos comida —me crucé de brazos con una expresión de sorpresa fingida—. ¿Creen que cuando nos comen, lo acompañan con salsa o algo?

Sentí un leve codazo de Don.

—No es gracioso, _________ —dijo, pero le vi en la cara que trató de ahogar su risita.

—¡¿C-cómo es que siempre reaccionas tan despreocupadamente?! —exclamó Lannion para mí. Yo me encogí de hombros.

—Entonces... ¿somos ganado para monstruos? —Anna dedujo, un poco angustiada.

—Así es...

—¿Y _________ vino del exterior? ¡¿Y además es mitad monstruo?! —repitió Thoma temeroso.

—Suena feo que lo digas así  —dije ofendido.

Los cuatro se mostraban un poco asustados por mí, algo que me dolió, pues era justamente lo que quería evitar. Pero lo entendí.

—Pero _________ sigue siendo el mismo que conocimos. Esto no marca una diferencia —para mí sorpresa, Gilda se apresuró a defenderme, en un tono extrañamente serio que jamás había oído—. Lo ocultó para no asustarlos, como ahora. No es su culpa terminar siendo lo que es.

Sonreí agradecido.

—¿A qué te refieres? —cuestionó Anna preocupada, juntando ambas manos sobre su pecho—. ¿Cómo terminaste así?

—Um... no se los diré —me negué a mirarlos—. Me ofendieron...

—¡Lo sentimos! ¡Cuéntanos! —exclamaron al mismo tiempo.

—¡Está bien! ¡Disculpas aceptadas!  Pero no se los diré de igual manera.

—¡¿Qué??

Gilda y Don se dedicaron a informarles sobre todo lo que habían descubierto hasta el momento, y ellos accedieron a ayudar.

—Ya es tarde. Debemos ir a dormir pronto.

𝗲𝘅𝗽𝗲𝗿𝗶𝗺𝗲𝗻𝘁𝗼      the promised neverland & male reader Donde viven las historias. Descúbrelo ahora