Capitulo 14

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Habían pasado cuatro días desde que Atticus le había propuesto a Evelyn el trato que podría salvar las vidas de la familia Redfern, unas cuarenta personas en total, todas ellas inocentes y no merecedoras del destino cruel que tenían ante sí. El rey le había concedido a la chica una semana para decidirse, y al ponerse el

sol de ese cuarto día, a ésta empezaba a quedarle poco tiempo de maniobra. Como una campana, las palabras de Atticus volvían a resonar en la mente de Evelyn. «No sólo tendrás las manos manchadas de la sangre de Ethan, sino de la de todos sus parientes.»

Sin duda, la joven sabía lo que debía hacer, sabía cuál era la opción correcta, compasiva y generosa. Debía salvar a la familia Redfern y acceder a lo que Atticus le pedía a cambio. Porque, si no lo hacía, entonces cargaría con el peso de haber ocasionado la muerte de más de cuarenta personas. Y lo más probable era que Atticus la tomara igualmente.

No obstante, pese a ser consciente de que ésa era la decisión correcta, todavía parecía reacia a acceder. Aunque todo el mundo sabía que Evelyn era una persona generosa, también tenía el suficiente orgullo como para que no le resultara tan sencillo sacrificarse. No era egoísta, pero tenía el ego necesario como para no querer entregarle su cuerpo al rey tan fácilmente. Confiaba en que quizá pudiera ganar tiempo con la promesa de que intentaría amarlo. Tiempo ¿para qué? No estaba segura, pero cuanto más sopesaba su oferta, más parecía debatirse en lo que debía hacer. Seguía tratando de dar con una tercera opción.

Cada vez que se convencía de que debía aceptar los tratos y prometerle al monarca que él sería el único que poseería su cuerpo, las imágenes aterradoras de Atticus forzándola a tener sexo con él volvían a desfilar por su mente. —¿Todavía dudando sobre si prefieres que los Redfern mueran o convertirte en la putita del rey? —La voz amarga y rencorosa de Nora interrumpió los pensamientos de Evelyn cuando entró en su habitación. Sus padres le habían ordenado que le llevara una bandeja con comida. —No estoy de humor para tus insultos —murmuró ella desde la cama sin mirar a su hermana.

Acto seguido, se envolvió con fuerza con la colcha y se hizo un ovillo debajo de ella.

Sus padres eran plenamente conscientes de cómo había empeorado la relación entre ambas, y habían intentado que Nora entrara en razón en incontables ocasiones, tratando de convencerla de que fuera menos severa con su hermana.

Pero Nora no podía evitar que los celos sacaran lo peor de ella. Aunque la mayor de las Blackburn quería a su hermana con locura, no podía evitar escuchar la vocecita interior que no paraba de repetirle que debería haber sido ella la elegida por el rey y no Evelyn. Ella jamás habría puesto en peligro a los amigos de su familia. Habría disfrutado de sus regalos y lo habría hecho sentir deseado y respetado. El rey malgastaba su dinero y su poder en Evelyn.

—No has tocado la comida —dijo Nora al dejar la bandeja con comida caliente junto a la del mediodía, con alimentos ahora fríos, que una de las doncellas le había llevado a su hermana. —No tengo hambre —replicó esta última.

Era cierto. No tenía apetito. Ni por asomo. Con todo lo que tenía en la cabeza, lo último en lo que podía pensar era en comer. Le había contado a su familia los tratos que le había ofrecido Atticus, y sus padres le habían prometido que entenderían su decisión, fuera cual fuera. No obstante, Evelyn sabía que cualquiera de las dos opciones posibles tendría consecuencias devastadoras. Era sólo cuestión de decidir quién sería castigado: ¿ella o la familia Redfern? —Morirte de hambre no te va a ayudar —suspiró Nora, y por un momento a Evelyn le pareció distinguir en la voz de su hermana una nota de preocupación —. Tanto Atticus como el resto de los vampiros se fueron la noche en que te propuso los tratos. Podrías disfrutar de estos días en los que no tienes que preocuparte por él en vez de quedarte escondida en tu habitación torturándote.

Un amor oscuro y peligroso- Almas MortalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora