Capítulo 30: Tómame a mí

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CONNOR:





Hay un zumbido en mis oídos que no se detiene, es tan fuerte que es frustrante cuando intento quejarme pero el simple intento hace palpitar mi cabeza con aún más fuerza.

Cada parte de mi cuerpo duele de una forma que nunca antes lo había hecho. En mi adolescencia me había metido en peleas que realmente acababan mal, me habían dado palizas cuando aún no conocía a mis hermanos y mi madre enfermó, cuando cansado de escuchar a mi padre y a mi tío -el único hermano de mamá-, pelear sobre cuánto daño le había hecho mi padre a mi madre y los reproches de mi tío sobre como ella nunca lo dejó hacerse cargo de nosotros y golpear la mierda fuera de mi padre por todo el dolor que había causado, yo huía de casa, vagando por las solitarias calles y en una de esas ocasiones me topé con una pandilla que querían dinero que yo no traía, por lo que me golpearon hasta que un hombre en un auto pasó cerca y ellos huyeron, dejándome hecho un ovillo en el suelo mientras lloraba no solo por la paliza, sino por todo lo que sucedía en ese entonces.

Cuando mi tío me encontró me dio un gran sermón sobre cómo debía defenderme, luchar por la vida que mamá me había dado porque si ella podía afrontar su muerte con una bonita sonrisa cada día en esa cama de hospital, yo debía esforzarme el doble en hacerla sentir orgullosa y que si quería sacar la mierda fuera de mí, entonces le hiciera la promesa de ir a su gimnasio a entrenar con sus chicos. Las pocas veces que fui desquité toda la furia y el dolor dentro de mí, aprendiendo a pelear, a defenderme.

Pero nunca tuve una paliza como ésta, una dónde no tuviera oportunidad siquiera de defenderme. Una dónde siento que por unos segundos más y habría muerto.

Intento abrir los ojos pero la escasa luz que me llega por la pequeña rendija que logro abrir me causa mayor dolor en las sienes. Mi garganta se siente obstruida, como si hubiera tragado algo lo suficiente afilado para no permitirme emitir ni un susurro. Saboreo el amargo sabor de la sangre seca en mi boca y con mi lengua puedo palpar el filo de uno de mis dientes seguramente roto.

Por un momento solo quiero volver a la inconsciencia, deseando que esto hubiera terminado ya. Siempre supe que mi muerte era la única forma de salir de este negocio, aún y cuando me atormentaba el no saber qué pasaría con mi familia cuando el Pantera le pusiera fin a mi vida.

Sé que habría sido mejor haber muerto porque el dolor físico que experimento es insoportable y estar despierto garantiza que habrá más de la paliza que recibí, pero una parte de mí sigue esperanzado en que ese mensaje haya llegado y que esta no sea la forma en que todo terminará.

—Vaya, vaya, miren quién despertó —reconozco la voz del Güero cuando por fin logro mover mis manos sin saber que hay cadenas sosteniéndolas y su sonido atrae la atención de ese imbécil—. Por un momento estuve preocupado de que no despertaras, Davis, el jefe aún no da su consentimiento para que mueras

Púdrete.

Es lo que pienso en decirle, pero aún no logro encontrar mi voz, así que solo me sacudo, dándome cuenta que también hay cadenas alrededor de mis tobillos que me mantienen anclado al lugar en donde estoy.

» Tranquilo, el jefe estará aquí pronto —un sonido estrangulado sale de mi garganta cuando jala de mi cabello y alza mi cabeza, haciendo que por instinto abra mi ojo derecho. Mi ojo izquierdo al parecer está lo suficiente hinchado para no poder abrirlo por completo. El zumbido regresa a mis oídos por el esfuerzo que he estado haciendo y poco a poco logro enfocar a la escoria frente a mí.

Conforme recupero movilidad también aparece el dolor alrededor de mis muñecas y el hormigueo en mis brazos por estar tanto tiempo en esta posición.

El Güero se acerca hasta que puedo sentir su respiración a un costado de mi rostro y reprimo un quejido cuando jala mi cabello de nuevo.

Caótico Pasado (#1 Trilogía Vidas Tormentosas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora