Capítulo 14: Cayendo

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TEAGAN:

Siempre adoré aquella deslumbrante casa roja que está justo cruzando la calle de la casa gris de los Davis. Pasé mis mejores momentos ahí, era una cosa buena que mis padres se olvidaran de vez en cuando de prohibirme salir cuando no estaban en casa, así yo podía huir y pasar tardes enteras jugando fútbol con los chicos en el enorme patio de lo que solía ser mi hogar.

Ahora, mientras la observo desde la antigua habitación de las gemelas, se me hace terrorífica. Aquel suceso la marcó, así como me marcó a mí y acabó con la poca paz que había de vez en cuando con mi familia.

Lucrecia Price me odió después de aquello.

Parpadeo y llevo una mano a mi mejilla, apartando la lágrima que se derramó sin permiso. Mis ojos se sienten hinchados y mi estómago vacío, sin embargo, no tengo hambre. Es solo una sensación del recuerdo de la pérdida. Mi visión de la casa desaparece cuando una gran mano tatuada aparece y cierra las cortinas floreadas. Los brazos de Connor me envuelven desde atrás y su barba de unos días roza mi sien.

—No te castigues viéndola —susurra con molestia. Odia que ella me culpe de algo que nadie pudo haber evitado.

—No me castigo, solo... trato de no verla como algo malo y recordar los buenos momentos que pasamos ahí —suspiro, parpadeando y forzándome a pasar saliva por mi angustiada garganta para cambiar de tema—. ¿Recuerdas cuando Jimmy se atoró en la reja de la señora Stacy y su perro le arrancó un pedazo de tela de sus shorts?

Connor suelta una risa baja y me hace girarme. Es increíble la ternura que hay en sus ojos cuando me ve fijamente. Eso me asusta, porque lo que sea que pase entre nosotros sería algo de lo que me costaría mucho mantener mis sentimientos bajo control.

—Claro que lo recuerdo, desearía haber tenido la cámara de Itza en ese momento. Se le vio su trasero peludo

—Por supuesto que lo harías —suelto una risa corta y sacudo la cabeza. Claro que eso sería lo más destacado de la tragedia de su hermano menor. Los hermanos Davis estaban acostumbrados a burlarse de las humillaciones del otro. Por suerte. Connor nunca dejó que se burlaran de las tantas mías. Y vaya que fueron varias.

—Teagan —su carraspeo, acompañado de mi nombre en tono serio, es un total indicador de que mi intento de llevar la conversación a temas menos peligrosos no funcionó.

—Connor —murmuro tontamente. Una total ventaja de mi poca estatura es que ni siquiera tengo que agacharme si quiero evitar sus ojos. Sin embargo, una total desventaja es que él me obliga sin dificultad alguna a alzar mi barbilla para verlo a la cara.

—Hay un asunto pendiente del que tenemos que hablar y ya no hay una puta excusa para seguir evadiéndome, te has enfrentado a tus padres y lo de mañana... será mañana —hace una mueca por su elección de palabras y da un paso atrás.

—Lo sé —suspiro en derrota, dejando caer ambros brazos a mis costados—. Tenemos que hablar de lo que pasó.

Asiente en acuerdo y una de sus manos vuela hasta enredar sus dedos en el escaso cabello en la cúspide de su frente. Me mira, y todo lo que puedo ver en su expresión es toda la frustración que este asunto le genera.

— ¿Por qué, Teag? ¿Por qué no me apartaste? ¿A caso es una estrategia para tener un motivo para alejarme? ¿Es eso?

Pestañeo, incrédula. Este hombre sí que es tonto, imbécil, idiota y lo que le siga. ¿Cómo se le ocurre reprocharme por caer en la tentación de sus muy seductores labios y además sacar esas estúpidas conclusiones?

— ¿Perdón? —espeto más allá de ofendida—. ¡Me lo dices como si fuera la culpable de todo!

—No es eso...

Caótico Pasado (#1 Trilogía Vidas Tormentosas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora