Ghost of you ||C.H||

17 'Dime lo que sientes'

Siempre que me pasaba algo malo recordaba a mi mamá, bueno, recordaba sus advertencias sobre cosas que casi siempre terminaban sucediéndome; sus palabras se repetían en mi cabeza como un disco en bucle. Como ahora, no podía dejar de recordar como había hecho tanto énfasis en que usara suficiente protector solar y que lo estuviera retocando cada dos o tres horas, pero lo había olvidado y en consecuencia sentía como toda mi piel ardía.

Ayer había pasado el día entero en la playa con Elías, Evolet, Nicholas— este más obligado que por gusto— y Madison; nos fuimos poco después de que saliera el sol por el tiempo que se hacía para llegar y no regresamos hasta que el sol se había metido por completo.

Hoy no había salido de mi habitación para no oír el inevitable "¿por qué nunca me haces caso?" Sabía que se preocuparía, pero tendría que lidiar con los regaños y las preocupaciones, no estaba lista al menos aún. Solo tenía que esperar un poco más antes de que se fuera a trabajar, y ya entonces vería que hacer para que me dejara de arder la piel; aparte iba a salir con Calum en la tarde y no creía que salir con la piel ardiéndome de esta manera fuera lo mejor.

Tragué saliva y me removí en la cama para poder quedar boca arriba, me quejé por lo bajo al sentir el calor por la fricción de la tela con mi piel. Enfoqué mi mirada en el techo como si fuese lo más entretenido, no quería volver a moverme para alcanzar algo; podía entretenerme buscando formas, pero no encontraba nada.

—Toc, toc— la voz de Elías resonó en las cuatro paredes de mi habitación, no abrió la puerta.

Maldije por lo bajo y llevé mi mirada a la puerta pensando en las alternativas; podía fingir estar dormida o fingir que traía audífonos cuando me preguntara porque no le abrí, pero no sería creíble, ya pasaban de las diez y nunca dormía tan tarde, los audífonos, bueno contadas eran las veces que los usaba y más en casa. Suspiré antes de hablar.

—Pasa— murmuré por lo alto.

Elías abrió la puerta, se quedó en el marco de la puerta unos segundos.

—¿Eres un jodido vampiro o por qué las luces están apagadas y las persianas están cerradas?— preguntó con un tinte burlón mañanero del que no era muy fan.

—Diría que si fuera vampiro ya no tendrías cabeza, pero iugh.

Sentí la necesidad de moverme en la cama, pero me abstuve.

—Ja, ja, chistosita— murmuró irónico.

Sonreí de lado. Pude escuchar el sonido del interruptor seguido rápidamente por la luz encandiladora del foco de mi habitación.

—Joder, Elías— me quejé cubriendo mis ojos.

No se escuchó nada, hasta quise descubrir mis ojos para ver que había pasado, pero la respuesta se esclareció.

—No eres un vampiro— balbuceó—, eres un jodido camarón, no, un tomate— la cama se sumió ante un peso nuevo. Hice sombra con la palma de mi mano para ver qué es lo que hacía, cuando vi que su mano se acercaba a mi cara le di un manotazo con mi mano libre—. ¡Ey!— se quejó sobando su mano.

—¡No me toques, me duele!— chillé enseguida.

Me miró arrepentido, quité la mano de mis ojos y aunque no se sentía tan agradable ya no tenía que tener entrecerrados los ojos.

—¡Perdón!— se disculpó—. ¿Por qué estás así?— preguntó como si no fuese ya obvio, puse los ojos en blanco—. Ayer no te veías así.

—Supongo que ya era demasiado tarde para que se dieran cuenta, no lo sé.

—Uhm— hizo un mohín dudoso—, no estoy demasiado seguro de eso. ¿Ya no te pusiste protector?

—¿Se ve que volví a ponerme?— pregunté irónica.