Ghost of you ||C.H||

25 'Una piedra en el zapato'

Recordaba oír de pequeña como los adultos decían que la mente te protegía de la realidad, es decir que tu mente se creaba un escenario en el que las cosas eran diferentes a como en verdad eran.  No lo había entendido, bueno, creía que era extraño que hicieran eso porque para mí siempre sabías lo que estaba pasando, lo que era real y falso,  pero siempre existía el punto de cambio.

En mi cabeza los últimos dos meses de mi vida no había sucedido, estaba en blanco después de mi cumpleaños porque solo de esa manera podía seguir una posibilidad de que Calum y yo siguiéramos con lo que sea que estábamos haciendo.

Extrañaba tantas cosas, pero no quería recordarlo, al menos no tan a menudo.

El regreso a la universidad me había mantenido lo suficientemente entretenida por unos días, busqué tantas actividades extracurriculares como se me acomodaban en mi horario. Me uní a una clase de dibujo no muy lejos de casa solo para salir y hablar con más gente porque la situación en mi casa tampoco ayudaba, no sé si me estaba volviendo paranoica, pero juraba que no salían de la misma conversación de la casa necesitando nuevos ajustes y el clima, el jodido clima nunca faltaba en nuestros desayunos o cenas. Para ese punto mamá ni siquiera había hecho el intento por hacer un asado como era la tradición de la que antes tanto hablaba. Por no hablar de sus múltiples salidas cada dos por tres junto con los abuelos.

Así que había mucho material para que mi mente se agobiara, pero quería evitar un colapso. Tenía años sin tener uno así que no regresaría a lo mismo.

Le di una calada al cigarro mientras leía las páginas de un libro sobre el impacto del consumismo en el medio ambiente. La información solo se quedaba unos segundos en mi cabeza, pero no tener la mente libre me ayudaba un poco así que por eso seguía leyendo las páginas.

No había nadie en casa ya que Elías y papá trabajaban hasta tarde últimamente, mamá había salido con los abuelos a "visitar a una amiga" sabía que era falso, el abuelo jamás habría ido a visitar a una amiga estaba tan irritado y volátil últimamente que solo con eso supe que estaban mintiendo.

Escuché que un auto se estacionaba. Eli dijo que iba a venir a comer si es que se le hacía un espacio así que me puse de pie para encontrarnos en la sala, sin olvidarme de apagar la colilla en el cenicero que tenía conmigo.

Tocaron el timbre, me extrañó porque mi hermano jamás olvidaba sus llaves. Fruncí el ceño y me detuve en el pasillo. Esta vez tocaron la puerta. Probablemente solo era un vecino que venía a hablar con mamá o algo por el estilo, volví a caminar y me asomé por el picaporte. Estaba un ¿señor? Era demasiado joven para referirme a él de esa manera. Miraba a ambos lados impaciente.

Di un paso atrás y abrí la puerta sin saber bien qué esperar exactamente.

—Señorita Meléndez— no se le dificultó decir mi apellido pese que para muchos resultaba todo un trabalenguas. Miró detrás de mí y por reflejo cerré la puerta.— ¿Podemos hablar?— sonrió al ver lo que hice.

—¿Nos conocemos?— pregunté con seguridad ignorando por completo su pregunta.

No era buena presintiendo las cosas, pero la forma acelerada en la que me latía el corazón no era algo que me pasara solo porque sí, entonces la única respuesta era que no me sentía cómoda estando con él.

—No, soy Sheldon Davies— me ofreció su mano. No la estreché lo que lo hizo sonreír—. Pensé que los latinos eran más cálidos.

Se me revolvió el estómago.

—Si bueno, me crié aquí— dije cruzando los brazos dándome protección.

—Lo sé— lo dijo con tanta naturalidad y normalidad.