CAPÍTULO 8

964 73 17
                                    

Kim

Su olor, sus abrazos, su calor, ella.

Ella era lo que yo necesitaba, la necesitaba cerca de mí siempre. Necesitaba que sus abrazos me dieran paz cuando las cosas no resulten, necesitaba sus palabras de consuelo para mis días tristes, necesitaba sus besos a cualquier hora del día, la necesitaba a ella.

—Te extrañé. - le digo sin despegarme de ella.

—Nos vimos hace mmmh, ¿una semana?

—Sabes que no me refiero a eso.

El silencio se hizo presente entre nosotras, era inexplicable la paz que sentía en esos momentos. Estaba entre los brazos de la persona más linda que existe, mi cuerpo descansaba entre las manos de un angelito.

No había ruido, no había gente, no había nadie más.

—Lo sé, yo también te extrañé, - separa su rostro de modo que quedamos frente a frente. — No sabes cuánto te extrañé, enana.



—¡KENIA! - dice Kim alargando exageradamente la a. —¡KENIA GUADALUPE!

Kenia al escuchar el escándalo se aproxima hacia Kim.

—¿Por qué gritas, loca? Casi me da un infarto al escucharte. - dice tocándose el pecho haciendo referencia al gran susto que se llevó.

—Ay, exagerada, ni grité tan fuerte.

—Nomas te escucharon las vecinas, nomas. - las dos chicas ríen. — Bueno, bueno, ¿qué quieres?

—Ayúdame, no alcanzo esas cajas que están ahí. - apunta con su dedo índice al montón de cajas que tenía sobre su closet.

—Y claro, ¿cómo vas a alcanzar si mides un metro veinte? - la menor se ríe mientras que Kim sólo voltea los ojos.

—Tienes que aceptar que es un gran closet, cualquiera queda chico a su lado.

—Es que tú no te ves chica a su lado - Kenia logra alcanzar las cajas y las baja con cuidado. — Tú te ves enana.

Les pasa las cajas y rápidamente se va corriendo, corre antes de que Kimberly le pudiera decir algo.

—¿Cómo que enana? - dice Kim una vez que llega a la cocina con Kenia. — ¿Tú te atreves a decirme enana cuando mides a lo mucho sólo 5 centímetros más que yo?

—5 centímetros son 5 centímetros, al final, ¿quién le pide ayuda a la otra? La enana eres tú.  - le toca la punta de la nariz con su dedo índice haciendo que Kim la arrugara.

—Pero, ¿sabes? - quedando muy cerca del rostro de Kenia. — Esta "enana" te tiene loca.

—Que envidia tu ego, Kimberly. - dice en tono desafiante.

—¿Me lo vas a negar? - presionando el cuerpo de Kenia con el suyo haciendo que choque con la mesa de la cocina.

—No.

—¿Ah no?

—No.

—¿Y por qué no?

—No contradigo verdades.

Kenia sella la conversación con un beso, un un necesitado beso, cargado de amor y pasión, rodeando las caderas de Kim con sus brazos. Jugaba con sus labios, sus bocas estaban en medio de una guerra que ninguna quería perder.

hasta morir ; kimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora