CAPÍTULO 13

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Kim

No habló mientras caminamos, no habló mientras subí las cosas a la cajuela y no habló cuando me subí a su carro. Me estaba haciendo un berrinche por un simple chocolate.

—Bueno ya, ¿no? — digo irritada — ¿Qué te pasa?

—Nada.

Dios, esta mujer.

—¿Estás haciendo berrinche por un simple chocolate? — me mira con los ojos entrecerrados — Kenia, por favor.

—¿Tú me dirás por qué cosas hacer un berrinche y por cuáles no?, estás bromeando, ¿cierto?

—¿Por qué?

No entendía esta conversación, la verdad.

—Lo dice la mujer de 24 años que se amargó porque la bajaron de un carrito de supermercado.

Ok, era un buen punto. Me quedo callada un momento antes de responder.

—¿Quieres que me baje a comprarte otro chocolatito para que no se amargue la princesa? Si quieres lo hago. — tomo la manilla de la puerta y la miro a los ojos.

Estuvimos unos diez segundos mirándonos fijamente hasta que estallamos en risas, no entendíamos nada.

—¿Qué fue eso? — me dice mientras se ríe.

—Somos 2 mujeres con alma de niñas berrinchudas, eso pasa. — secando mis lágrimas que se me habían escapado por culpa de la risa.

—De todas maneras, — dice mientras prende la radio — ese viejo amargado no merecía mi chocolate.

—¿Quieres que vaya a buscar otro? Ahora me siento mal.

—Ay, que linda. — me abraza.

—¿Entonces? — la miro mientras me separo — ¿busco otro? ¿O 2? ¿O 3?

—Me conformo con otra cosa.

La miro cerrando levemente mis ojos, tratando de descifrar lo que quería.

—¿Y que sería esa cosa?

—Cuando lleguemos a nuestro destino lo verás. — enciende el carro y ve unas cuantas cosas en su teléfono antes de partir. — Pon música, tienes buen gusto.

Y así, fue como emprendimos viaje a quién sabe dónde.

Kenia

Tenía planeado llevarla a dos lugares, no me incomodaba tener que manejar durante la madrugada, no era lejos donde la llevaría, pero planeaba quedarme unas cuantas horas con ella por ahí.

Ella iba como niña pequeña viendo la carretera, cantamos, conversamos y bailamos dentro de lo que se podía, fue un viaje de no más de una hora, con ella el tiempo se me pasa volando.

—No era tan lejos como pensé. — me dice una vez que estaciono el coche en una especie de campo, todo era verde con una linda laguna que se podía ver a lo lejos, estábamos en altura, deberíamos caminar unos cuántos minutos para quedar en frente del agua.

—¿Ves esa laguna? — apunto con mi dedo índice y ella asiente. — Bueno, iremos hasta allá para ver las estrellas y la luna encima de ella.

Volteó a ver mi rostro y podía ver la ilusión en el suyo, estos planes la volvían loca y yo lo sabía.

—Sabes que me encantan las salidas así.

—Por eso te traje.

Se acerca a mi y me abraza muy fuerte, era su manera de darme las gracias.

hasta morir ; kimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora