CAPÍTULO 11

903 56 3
                                    

Kim

Después de ese día, sentía un peso menos encima. Pude sincerarme con alguien, con Kenia, probablemente con la persona que más confianza tenía en el mundo entero.

No la había visto en muchos años, pero la confianza seguía intacta, ella jamás me había fallado, ni en nuestros momentos más difíciles lo había hecho, y sé que jamás lo hará.

Era algo necesario, si no sacaba todo eso de mi interior sentía que me moriría de la angustia, era algo que me estaba matando por dentro. Juan me marcó, y no precisamente por cosas buenas.

Me mató y me revivió el mismo dándome a lo más preciado que tengo en esta vida, mi hijo.

Joaquín era lo único bueno que él había hecho, nada más.

¿Cómo podía alguien tener tanto control sobre mí?

Ya no estaba, pero lo sentía tan presente.

En todo lo que hacía, en todo lo que publicaba, en cada movimiento sentía su presencia, su mirada.

Los años junto a él me afectaron de gran manera, y no era para menos, hizo lo que quiso conmigo, me manejó a su antojo, me explotó y nadie lo veía, o quizás todos lo veían y nadie hacia algo al respecto.

Las ganas de prender la cámara y decir todo lo que ess basura de hombre me había hecho no me faltaban, pero también sabía que si hacía algo así todo iba a repercutir en Joaquín. Él era pequeño, pero en algún momento crecería y se enteraría de lo que su padre había hecho, no era mi plan.

Luego de pensarlo unos días, acepté la ayuda de Kenia. Dejé que me recomendara un psicólogo, sin duda lo necesitaba.

Necesito curar las heridas de mi pasado para estar tranquila con mi presente.

Hablé con ella por teléfono y me dió el dato de la persona que me ayudaría.

—¿Pero estás segura de que me servirá? — pregunté nerviosa.

—Claro que sí, Kim. Si no fuera necesario no te haría perder el tiempo en esto. Lo necesitas, cariño. — me habló con tanta ternura que quedé muda ante sus palabras.

—¿Es tan buena como dices?

—¿Macarena? — hago un ruido para que sepa que me refería a ella — Por supuesto, a mi me la recomendó una amiga, yo estuve unos cuantos meses atendiendome con ella, te prometo que te ayudará bastante.

—¿Tú? No sabía que habías estado con psicólogo.

—Yo tampoco la pasé bien, Kim, pero eso fue hace mucho, si te la recomiendo es porque sé que te ayudará. No te contengas de contarle tus miedos, tus inseguridades, tu pasado.

—Gracias Kenia, de verdad, sin ti seguramente yo no habría hecho esto y probablemente seguiría muriéndome por dentro, sola.

—Pero pensemos en cosas bonitas, ¿bueno?, pensemos en que todo esto te ayudará, pensemos en todo lo bonito que se viene en tu vida de aquí para adelante, no nos echemos a llorar por cosas del pasado.

Esa capacidad que tenía de siempre ver el lado bueno de las cosas me sorprendía, también la capacidad de sacarme una sonrisa en los peores momentos, me volvía loca.

—Eres como un angelito, — le digo — porque cuando todo se estaba desmoronando a mi alrededor apareciste de nuevo en mi vida, no sé cómo agradecerte por todo lo que me has hecho en tan poco tiempo.

Sentí como comenzaba a llorar desde el otro lado.

—Ese día en el que nos despedimos me hice una promesa.

hasta morir ; kimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora