CAPÍTULO 9

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Kim

Estábamos besándonos en mi baño, ¿Quién lo diría?
Apenas mi boca entró en contacto con la de ella la sentí suspirar, como si hubiese estado esperando este momento toda la noche, todos los días, todos estos años.

A mí me pasaba eso, sus besos se habían vuelto una adicción hace algunos años, sus suaves labios encajaban perfectamente con los míos, se movían con destreza, una danza preciosa.

Yo tenía mis manos a cada lado de su cabeza, apoyándome en la puerta y ella me sostenía la cadera con fuerza.
No quería separarme de ella, sentía que tocaba el cielo cuando la besaba, era increíble como a pesar de estar tantos años separadas mis sentimientos hacia ella seguían intactos, de hecho, creo que la quería con más fuerzas.

Cuando ella poco a poco comenzó a soltarme las caderas yo tomé su cabeza entre mis manos, quería hacerle saber que no quería separarme de ese beso, quería que sienta mi desesperación por tenerla cerca, boca con boca.

Ella pareció entender porque me tomó con más fuerza, apretaba mis caderas. Gemí en su boca inconscientemente.

Poco a poco nos comenzamos a separar pero yo no abría mis ojos.

—Ey, mírame. - sentía su aliento chocar en mi rostro, seguía muy cerca de mí.

—Tengo miedo. - le confesé.

—¿De qué? - me susurra.

—De despertar.

Escucho una leve risita y luego un beso en el cachete.

—Te prometo que no soy un sueño, estoy aquí.

—Ya, pero aún no me lo creo.

—¿Por qué? - tomó mi mano con la suya y la llevó hasta su rostro, la comencé a acariciar a ciegas.

—Es que tú... - dejé que un silencio nos envolviera, estaba buscando las palabras correctas. — Tú eres tan irreal.

Abrí mis ojos y la vi, vi sus ojitos chinos y llenos de lágrimas, sus mejillas sonrojadas, mi mano adornando su bello rostro.

—Pero mírame, aquí estoy. Soy real.

—Eres demasiado preciosa para ser real.

Kenia

Tocaba el cielo con mis manos, tenerla tan cerca de mí y diciéndome todas esas cosas bonitas, podía morir allí mismo.

Nuestras respiraciones se mezclaban, ella me tomaba la cabeza con las manos y yo sus caderas, a cuerpos pegados recargándonos en la puerta.

—Podría estar así para siempre.

—Y yo.

Estábamos a nada de besarnos nuevamente cuando escuchamos un "mamá" del otro lado de la puerta.

—No entiendo como todavía tiene pila este pequeño demonio. - me dijo una vez que se separa de mí para abrir la puerta.

Yo quedé frente al espejo viendo mi cara y secando las lágrimas, estaba hecho un desastre mi rimel, ¿de verdad ella me seguía viendo bonita?

—¿Por qué Kenia está llorando? ¿Qué le hiciste, mamá?

—¿Y tú? Te dejamos durmiendo hace nada, ¿qué pasó? - le dijo la madre al niño fingiendo enojo.

—Perdón, mamá. Me desperté porque me duele la panza. - dijo Joaco bajando la cabeza.

—Te dije que no comieras tanto brownie, te di un pedacito pero no, el niño tenía que comerse 3.

hasta morir ; kimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora