Solo quería enamorarse profundamente y ser correspondida, vivir ese gran sentimiento como sus padres quienes desde muy jóvenes se conocieron en los campos de su villa, sin nadie que se interpusiera en sus sentimientos para formar una familia, eso e...
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En una habitación permanecía una pequeña niña pelirroja sentada sobre varios cojines, aquella niña jugaba con sus muñecas y algunos peluches al té. La puerta de su habitación se abrió dejando ver una mujer de cabello rubio.
—¡Abuelita! -Exclamo aquella niña llena de alegría corriendo a los brazos de su abuela, detrás de la abuela estaba la madre de la pequeña.
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—Mi niña preciosa ¿Cómo estas?, pero que bonita te estas volviendo, eres la viva imagen de tu abuela.
—Es una lástima que Naruto no este aquí. -Dijo Sara.
—Oh Sara, conozco perfectamente a mi nieto, el nunca descansa, ni siquiera en días festivos ¿Cuándo se fue?
—La semana pasada.
—¡Papá dijo que me traería un obsequio! ¿Tu también me traes uno abuela?
—Claro que si, te tengo uno muy especial, lo he guardado por mucho tiempo, de hecho lo tengo desde ante de que nacieras.
—¿Qué es? ¿Qué es?
—Fuka, considero que ya estas en edad para ella, espero que la cuides tanto yo, ella sera tu amiga, cuidará bien de ti. -Dijo mientras sacaba una caja.
—¡Wow! ¡Gracias es muy linda! ¡Mirá mami, mirá!
—Creo que es demasiado, ya tiene muchas muñecas, además aun es muy pequeña para tener una muñeca de colección, seguro le costo mucho dinero.
—Tontearías, cariño porque no se la enseñas a tu tía, en lo que hablo con tu mamá.
—¡Si! -aquella niña se fue brincando llena de felicidad.
—Apenas tiene tres años y medio.
—Tiene cuatro, no seas exagerada Sara, déjame consentir a mi bisnieta, mira que no estaré en este mundo por mucho tiempo para verla crecer.
A la niña le había encantado su regalo, no se separaba de aquella muñeca, cuidaba tan bien de ella como si se tratara de alguien real, su madre en ocasiones se la quitaba para ponerla en una vitrina para evitar que su pequeña la destruyera, pero solo bastaba una silla y un banco para la pequeña la tuviera entre sus brazos, cuando su padre regresó no dudo en presentársela.