2 - Anomalía

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La luz de un momento a otro cesó, dejando paso a la oscuridad. En este momento, Kuro se sentía como si estuviera suspendido en el aire, y era incapaz de moverse o de hablar.

Sin embargo, frente a sus ojos, dos figuras aparecieron a la lejanía, aunque estas eran tan grandes que cubrían la mayor parte de su vista.

Eran dos ojos rojos brillantes que lo miraban fijamente, y debajo de esta una luz en forma de boca se formó, brillando del mismo color.

-Una anomalía... perfecto.

La voz de aquel ser resonó y causó un eco dentro de la mente del chico.

-Un buen recipiente... espero que sirvas de algo.

Su voz era increíblemente grave, a tal punto que al escucharla te hacía temblar, aunque a su vez, brindaba un sentido de calma, algo realmente extraño.

Tras esto, la oscuridad fue disminuyendo de forma progresiva, y por un momento el chico se cegaría con la cantidad de luz que había en el lugar donde se encontraba.

Luego de unos segundos, logró adaptarse y mirar bien el lugar.

Estaban en una sala de gran tamaño. El suelo de mármol reluciente brillaba con la luz de diversos colores de la luz que atravesaba las ventanas tintadas. Grandes pilares de cuarzo conectaban el suelo con el techo en forma de arco, habiendo docenas que se extendían desde la entrada de la sala hasta el final de la misma.

Al final de la misma, frente a Kuro, se encontraba la razón de dicha sala. Tras varios escalones, arriba de una plataforma se encontraban dos tronos de gran tamaño, decorados en oro y con telas rojas. Sentado en el trono izquierdo se encontraba un señor que miraba la situación con algo de aburrimiento. A su lado, sentada en el otro trono, que conste, era un poco más pequeño y delgado, se encontraba una señora con rostro preocupado, y a su lado, una chica mucho más joven que se encontraba cansada.

Alrededor de Kuro habían alrededor de veinte personas en capuchas blancas, aunque en el suelo habían como diez que parecían estar desmayados.

-¿Qué es todo esto? -preguntó una voz familiar.

Al analizar de donde provino, Kuro se encontró con que a su lado estaba el grupo de sus compañeros, y Kenta apenas había sido el que había preguntado aquello.

-Alan. -la voz del rey causó un eco que se extendió por toda la sala.

-Ajam, si, disculpe su alteza -expresó una de las personas encapuchadas, y prosiguió a quitarse la misma, revelando bajo esta a un hombre que parecía estar cerca de la edad de los chicos -. Alan Quintash, a sus órdenes. Síganme un momento, les explicaré todo en el camino.

Luego de decir estas palabras el joven comenzaría a caminar en dirección a la puerta que se encontraba en el lado contrario de la habitación. El grupo, tras mirarse entre ellos confundidos, caminaron detrás de él.

Hubo total silencio hasta que habían salido al pasillo. Caminando por la gran alfombra roja, Kuro estaba estupefacto ante la decoración nítida del lugar. Grandes candelabros, ornamentos dorados, esculturas perfectas en mármol y cuarzo. En fin, todo un palacio de lujos.

-Perdonen el silencio, la familia real se encuentra en luto así que me encargaron su bienvenida. -expresó el chico, aún sin detenerse. A pesar de esto, de vez en cuando giraba su cabeza para verificar que el grupo seguía allí.

-¿Luto? -preguntó Kumiko, la misma escondiéndose detrás de Kenta.

-Hace unos meses el heredero al trono desapareció de la nada, y a pesar de los esfuerzos constantes de todo el país, nunca fuimos capaces de encontrarlo... -explicaba el chico.

Kuroi Tentai no AkumaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora