13 - Legión

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La ausencia de muchas luces en la fría noche causaba menor visibilidad, perfecta para nuestro protagonista. Siguiendo aún a Eira, el chico se mantuvo alejado de ella, sin perderla de su vista.

Unos minutos pasaron con Herria fuera de vista, y finalmente se detuvieron. Se encontraban frente a la boca de una gran cueva en la base de una pequeña colina.

Eira se adentró a la misma, por lo que el chico iría detrás de ella sin hacer ruido. La única iluminación a medida que se adentraban en la cueva eran los brillantes ojos carmesí de la chica.

Cientos de pasos donde solo se podía escuchar el eco reverberante de las pisadas fue lo que recibió el chico, hasta que comenzaron a caminar sobre un charco, y finalmente la chica se detuvo.

Gotas de agua cayendo del techo llenaban el silencio de la oscura cueva...

—¿Eira? —preguntó el chico debido al silencio.

Sin embargo, no hubo ninguna respuesta. Kuro cubrió su dedo índice derecho con llamas, alumbrando un poco los alrededores.

La cueva era bastante alta, el techo de la misma cubierto en estalactitas largas que se extendían varios metros. Extrañamente, la habitación donde estaban no parecía tener una salida.

Era perfectamente circular, y el techo formaba un domo que a pesar de ser espacioso daba un sentido de claustrofobia.

Al ver alrededor, lo que se encontró había sido inesperado.

—¡Aquí están! —exclamó al ver docenas de jóvenes enjauladas en la habitación.

El chico caminó hacia una de estas jaulas para inspeccionarla, y notó como se encontraba hecha de metal. Como era de esperarse, un candado evitaba el escape, y sin pensarlo tanto tomó el mismo en su mano, y la cubrió con llamas durante varios segundos.

—¡Auch! —gritó al sentir como su mano se quemaba.

Dejando su dedo encendido para la iluminación, vió como el candando se había derretido lo suficiente para sacarlo, pero a su vez, había caído aquel metal derretido en su mano, dejándole una marca.

"Supongo que soy inmune al fuego, pero no al metal derretido..." pensó el chico, anotando esta debilidad para el futuro.

Sin tardar abrió la puerta de la jaula...

—¡Salgan! ¡Vamos vamos! —dijo el chico a las dos jóvenes que se encontraban adentro.

Sin embargo, una de las jóvenes simplemente le dedicó una sonrisa, seguido de un fuerte silbido.

Seguido de esto comenzaron a aparecer diversas esferas blancas flotando por la cueva, emitiendo una potente luz que alumbraba aún más la insípida guarida. Cientas de esferas se formaron, y en el centro de la habitación un destello de luz apareció, dejando así ver a un hombre donde estaba la luz.

Tan pronto notó su presencia, Kuro se pondría entre medio de la ausente Eira y él, prestándole atención al extraño.

El rubio era más alto que el chico, e incluso poseía una musculatura bastante definida. Vestía con traje negro, completando su vestuario con guantes del mismo color. Su cabello era largo, llegando hasta sus hombros, y también llevaba gafas de sol, extrañando a Kuro, pues este pensaba que aún no existían.

"Bueno, hay ventanas de cristal, supongo que tiene sentido..."

—Pero a quién tenemos aquí... —comentó el hombre al ver la situación.

—¡¿Quién eres?! —preguntó el chico.

—Ou, con que este es uno alerta eh. No te preocupes, un asesino como tú sabrá mi nombre tarde o temprano. Eira.

Kuroi Tentai no AkumaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora