Mari (El presente. Otoño de aquel mismo año)

1 0 0
                                    

—¿Mari? —preguntó Andrea sin comprender aún—. ¿Quién es Mari?

Ni Giku ni Hul respondieron de forma inmediata. Un eco sordo que provenía del otro extremo de la calle llamó su atención y apremiaron a todos a guardar silencio.

—Vámonos de aquí. Alguien podría haber vuelto al pueblo —sugirió Giku en un susurro.

Todos asintieron y, con el mayor de los sigilos, salieron de la calle en dirección al río para luego subir por estrechos senderos, apenas visibles para el ojo no entrenado, en dirección a los bosques del fondo del valle.

—Bueno, ahora que estamos seguros de estar solos —insistió Andrea—... Decís que vamos a ver a una tal Mari, ¿no? ¿Quién es esa?

—Mari es una de las primeras nacidas —dijo Giku de forma enigmática y muy solemne. Antes de que nadie tuviese el tiempo de preguntar de qué hablaba, continuó—: Es decir, uno de los primeros elfos en despertar en la oscuridad de los túneles perdidos de Kidundariak, la Cuna de los Inmortales. Ella es, por tanto, uno de nuestros ancestros. A diferencia de lo que ocurre con vosotros, los humanos, nosotros no morimos a causa de la vejez y la edad, lo que significa que podemos conocer a nuestros antepasados y aprender de una sabiduría adquirida a lo largo de miles de años.

—¿Como tú, Giku? —preguntó Juan.

—Nooo, no, no, no. Yo soy de la quinta generación de duendes, igual que Hul. Yo no nací en los túneles. Yo nací aquí, en vuestro mundo. Nunca he visto el lugar que vio nacer a los míos, pero he crecido con las historias sobre los primeros nacidos.

»Pero, volviendo a Mari, ella fue, según cuentan, la primera en salir de los túneles al mundo exterior. Por ello se dice que es la primera inmortal de las Tierras Superiores. Hay incluso quien la llama la Reina de las Ninfas. Sin embargo, al contrario que estas, ella nunca tuvo descendencia, nadie sabe por qué, y eso le ha permitido conservar sus poderes intactos.

—¿Intactos? ¿Qué quieres decir? —inquirió Juan cada vez más curioso.

—Quiero decir que su poder mágico no se ha visto debilitado. Los de mi especie ceden, de forma natural, una parte de su energía a cada uno de sus hijos. Cada vez que tenemos descendencia, nuestra fuerza mágica se ve disminuida. No es voluntario, sino que forma parte de nuestra naturaleza. Y, aunque os pueda parecer algo negativo, a mí me parece el más hermoso regalo que unos padres puedan hacer: desprenderse de una parte de sí mismos.

»Perdonad. Me pierdo en mis pensamientos. Decía que Mari conserva íntegros los poderes con los que nació y es una de las pocas en las que esto es así. Puede incluso que sea la única que quede con vida. Sea como sea, eso hace que mis poderes mágicos parezcan insignificantes en comparación con los suyos. Y como de los primeros nacidos quedan ya pocos y aún menos de los que no hayan tenido descendencia, su ayuda resulta fundamental en determinadas circunstancias, aunque, a veces, pueda también resultar un poco... peligrosa.

—¿Peligrosa? —saltó enseguida Carlos.

—El no haber formado una familia ha hecho de ella un inmortal solitario. De hecho, ha pasado la mayor parte de su existencia milenaria sola, con animales y plantas como su única compañía. Eso no ha hecho ningún bien a su carácter, que es... por así decirlo... un poco imprevisible. Pero no os preocupéis, yo la conozco bien y sé que, pese a las apariencias, tiene un buen corazón. Si me dejáis hablar a mí no habrá peligro alguno —concluyó forzando un poco la sonrisa.

Ninguno de los niños pidió más explicaciones. Confiaban en Giku y, si él estaba seguro de solicitar ayuda a aquella inmortal, allí irían. No obstante, a Carlos la perspectiva de un posible peligro en ciernes lo inquietó sobremanera. Habría regresado al pueblo en aquel mismo instante si hubiese sabido cómo hacerlo. Pero, como no estaba muy seguro de poder encontrar el camino de vuelta, siguió adelante, aunque de mala gana. Laura, por su parte, no comprendió todo lo que dijo Giku, pero tampoco le importó. Ella seguiría a su hermano allí donde fuese con el entusiasmo de la sed de aventuras que llenaba su corazón.

El libro del búhoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora