28.

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Alejandra observaba intranquila los alrededores, el entorno en el que se encontraban era oscuro y triste, y demasiado solitario para su gusto. Ese día había decidido dar un breve paseo cerca de la base en la que se ocultaban, poco a poco iba mejorando, pero el dolor de la cabeza seguía siendo persistente.

Canelio se giró para observarla con intriga, había visto la mueca de dolor de su amiga, le resultaba extraño que tardara tanto en recuperarse, por lo general, no debería tardar más de dos días.

-¿Estás bien?.- preguntó entornando la mirada. Le preocupaba que Alejandra no estuviese al cien por cien. La cazadora iba a contestar, pero sus ojos verdes se desviaron hacia delante. El verde de los árboles se reflejó en sus ojos, acentuando su propio color.- Qué estás....mirando.- Canelio abrió la boca estupefacto.- No puede ser, no me esperaba que fueran demasiados.

-¿Crees que podemos confiar en ellos?- preguntó la joven sin apartar la mirada de unos ojos negros, muy diferentes a los de ella.

-No nos queda otra opción, necesitamos aliados.- Canelio se interpuso entre ella y los seguidores de Daniel, como si ese gesto fuese suficiente para protegerla de la multitud y de su padre.-¿A dónde ha ido Leonard?. Nunca está cuando se le necesita.

-No sé, pero me dijo que volvería pronto.-se encogió de hombros al mismo tiempo que tomaba inconscientemente la mano del vampiro, juntos fueron acercándose a Daniel y sus seguidores.

Cuando estuvieron frente a frente, se hizo el silencio. Lo único que se escuchaba alrededor de ellos era el sonido de las hojas mecidas por la suave brisa.

Alejandra se tomó su tiempo para observar a su padre, hacía mucho que no estaban tan cerca el uno del otro. Daniel parecía diferente, pensó. Su rostro había envejecido como unos treinta años, se notaba su cansancio a kilómetros. Sus ojos mostraban una tristeza profunda. Alejandra se fijó en su ropa raída y en sus manos surcadas por heridas.

-Alejandra.- su voz áspera la sorprendió, no lo recordaba de aquella manera.- Quiero pediros perdón en el nombre de todos, y en el mío. Nuestros actos fueron crueles y cobardes. Entiendo que no queráis recibirnos.

-Déjate de disculpas, bien sabes que os necesitamos como aliados.- Canelio se quedó sorprendido ante la frialdad de su amiga. Alejandra le apretaba con fuerza la mano, pero decidió no decirle nada.- ¿Podemos confiar en vosotros?

-Podéis confiar.- su padre había inclinado la cabeza en signo de respeto.- Como puedes ver, estamos exhaustos. Llevamos un año entero escondiéndonos de la orden de los Cazadores, y un año entero intentando no ser reclutados para ser convertidos en almas perdidas. Estamos cansados de luchar.-hizo una pausa señalando a su alrededor.- Venimos en son de paz, pidiendo misericordia. Venimos para ser vuestros aliados en esta guerra.- clavó sus ojos en ella.- Queremos que se acabe y recuperar la paz.

-Bien.- contestó Canelio.-Seguidnos.-dio media vuelta soltando  la mano de su amiga. Alejandra y él los condujeron hacia la base en la que se escondían. Se preguntó cómo reaccionaría Daniel al encontrarse con Erick.- Espero que esto no nos salga por la culata.

-Tranquilo, sé cuando mi padre miente.-susurró procurando de que solo la escuchara el vampiro que no le había soltado la mano en ningún momento. Alejandra giró sutilmente la cabeza para fijarse en si los seguían. Detrás de ellos había un grupo más o menos de 200 cazadores. Rezó con todas sus fuerzas de que fuese suficiente. Llegaron a la entrada de la base, delante de una caseta pequeña que a simple viste no podía saberse que debajo de ella había todo un mundo de túneles y cámaras.

La puerta de la caseta se abrió dejando paso a un hombre alto, pulido y con ojos vivos, todo lo contrario a su padre. Erick se acercó con lentitud hacia ellos, con la elegancia de un miembro de la corte.

Resurrección {secuestrada por un vampiro #2}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora