11.

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Graciela miró a su alrededor haciendo un recuento mental de las cosas que había decidido guardar en la pequeña bolsa que reposaba sobre la cama. Había decidido guardar en ella un pequeño diario que Denna se estaba leyendo; una chaqueta de piel por si le entraba "frío"  y unas cuantas armas. Mañana por la mañana Leonard y ella partirían hacia el sur en busca de Elena y Erick con el propósito de llegar a un acuerdo con ellos y crear un ejército.

Todavía no se creía que irían a buscar la ayuda de esos dos, aquellos que habían traído la desgracia sobre ellos y habían arruinado todo. Se juró a si misma que lo primero que haría era darles dos buenos puñetazos por todo lo que habían hecho. Aunque bien sabía que no tenían otra opción, que era la ayuda que necesitaban en aquél momento.

Erick era un hombre muy respetado por los suyos y con un gran poder en las manos, tanto, que fue proclamado soberano de los vampiros. Necesitaban aquella ayuda para poder proteger a Denna, para acabar de una vez por todas con aquella etapa tan oscura.

-¿Ya tienes todo listo?- intervino una voz suave a su espalda. Alejandra la observaba sin ninguna expresión en el rostro.

-Sí, creo que esto es suficiente para el viaje.- se encogió de hombros sin poder evitar mirar en el interior de la bolsa.- Pensándolo bien me llevaré alguna sudadera también, por si acaso.- dijo dirigiéndose al armario de madera.

-Espero que lo que vayáis a hacer no sea un error.- Alejandra se cruzó de brazos adquiriendo una pose a la defensiva sin saber muy bien por qué.- No podemos confiar en nadie.

-Lo sé, yo tampoco confío en nadie y menos en esos dos. Lo que me lleva a hacer esto, es la confianza que tengo en Leonard después de todo.- se encogió de hombros dejando que su cuerpo cayera sobre la cama. Alejandra no tardó en tumbarse a su lado, ambas mirando el techo del cual colgaba una pequeña bombilla.- Leonard es...es lo que siempre he tenido. Hemos superado muchas cosas juntos, sé que lo que hizo es imperdonable, pero en mi opinión, merece una segunda oportunidad. Se sentía atrapado, y ese sentimiento es el peor de todos, créeme.

-No hace falta que te excuses.- suspiró la morena sabiendo que su amiga se sentía culpable por ser tan débil delante de Leonard. Él era su debilidad.- Os conocéis de toda la vida, es normal que no puedas odiarlo. - Alejandra tomó su mano para que viera que no pasaba nada por quererlo.- Solo prométeme que tendrás cuidado.

Graciela no tardó en percatarse de la preocupación y la inseguridad de su amiga. Los ojos de Alejandra la miraban con impotencia y miedo, jamás había visto tanta soledad en una mirada. Graciela se lanzó sobre ella en un abrazo fraternal, aspirando su aroma a primavera. Dejó que a través de aquél abrazo Alejandra se sintiera querida y menos sola, dejó que sintiera que tenía a una hermana a su lado.

-Te lo prometo. Volveré con un ejército de nuestro lado.- susurró contra su cabeza.

(...)

Cuando Graciela abrió los ojos, en lo primero que se fijó fue en el cielo. No había amanecido y el aullar del viento anunciaba una madrugada  fría. Por instinto, tiró de las mantas hacia arriba cubriendo sus hombros, en un vano intento de sentir el calor en su cuerpo. Sonrió desganada al darse cuenta de que era inútil intentar sentir el calor, ella no sabía a ciencia cierta qué significaba "entrar en calor". Su cuerpo siempre estaba frío.

Corre, corre todo lo que puedas del fuego.-le había dicho su padre.

-¿Por qué?.- había preguntado ella con toda la inocencia que podía albergar en una niña de 10 años. Su padre y ella habían decidido ir a dar un corto paseo por los alrededores en carruaje. Por aquella época no existían los coches.

-Porque está vivo, pequeña.- dijo con cierta nostalgia en la voz.- Y las cosas vivas nos matan.

Graciela sonrió ante aquél recuerdo, todavía sin atreverse a salir del calorcito de su cama. Por aquél entonces no sabía a qué se referían exactamente las palabras de su padre, pero pronto fue dándose cuenta de que su padre intentaba avisarla de lo peligroso que podía llegar a ser el mundo para ella.

-¡Papá!.- gritó Graciela cuando vio cómo su padre se marchaba para no volver nunca más.- No nos dejes por favor.- sollozó, sus piernas temblaban tanto que ya no sabía si podía aguantar de pie.- No me dejes.- dijo sin fuerzas, sintiendo como dos manos la sujetaban de la cintura, dándole las fuerzas necesarias para mantenerse estable. Leonard no la observaba a ella.

-Lo hago por ustedes.- su padre no se dio la vuelta para ver la escena que tenía a su espalda, no quería ver a su pequeña Graciela llorando por él, no quería tener su último recuerdo de ella rompiéndose en pedazos.- Te quiero mi niña, cuida de ella Leonard. Confío en ti.

-No tienes por qué irte, ellos todavía no saben nada.- habló por primera vez, sin apartar sus manos en ningún momento de Graciela.- Ellos creen que sólo fueron mis padres.

El hombre de pelo rojizo sonrió con la boca cerrada, mirando por encima de su hombro. Negó de la cabeza sin decir nada, sin atreverse a dar la vuelta. Y así sin más, se marchó dejando a Graciela en manos de Leonard.

Graciela sujetó su pecho, notando cómo ese recuerdo todavía quemaba en su corazón. Había odiado a su padre durante mucho tiempo por haberla dejado de aquella manera, por abandonarla y dejarla sin el amor de un padre. Desde aquél día Leonard se había convertido en su familia.

-Graciela.- susurró Leonard con cierta inseguridad.-¿Estás despierta?

-Sí, enseguida voy.- fue lo único que dijo antes de levantarse de la cama con todas sus fuerzas, ese día en especial solo le apetecía dormir.- Enseguida voy.

(...)

Leonard subió a la habitación de Denna hacía como unas dos horas, simplemente para observarla dormir. Sabía que ella podía escucharlo, tenía aquél sentimiento de que Denna estaba luchando para despertar, con lo que se sentía inútil por no saber cómo ayudarla. Lo mejor que podía hacer en ese momento era irse, irse para crear un ejército solo para protegerla. No le importaba el orden o las leyes, él solo quería protegerla a ella.

-Me voy durante unos días, pero pienso volver.- dijo con media sonrisa, apreciando la suavidad de la piel de Denna, sus largas pestañas y su pelo del color de la noche. No se había dado cuenta hasta entonces lo mucho que echaba de menos el color de sus ojos.- Para cuando vuelva será mejor que despiertes, o por lo contrario, tendré que encerrarte otra vez en un sótano.- rió ante el recuerdo de una muchacha asustada, inocente, ingenua. -Desde esa vez te has vuelto mucho más valiente y fuerte, creo que me daría miedo encerrarte. -alzó su mano para acariciarla, pero por alguna razón no lo hizo ¿y si le hacía daño?- Volveré lo más rápido posible.

Frunció el ceño molesto, cada vez que hablaba con ella intentaba encontrar la conexión que había entre ellos dos, pero ya no había nada, solo vacío.

-¿Qué te pasa?

-Será que eres un pesado.- Canelio sonrió al ver la cara de Leonard. Estaba seguro que tenía ganas de matarlo en ese momento.- Graciela te espera.

-Enseguida voy.- dijo volviendo a centrarse en Denna. Cuando Canelio los dejó a solas se sintió aliviado.- Volveré pronto.- se inclinó suavemente sobre ella para depositar un beso delicado en su frente. Y fue entonces cuando sintió lo que estaba ocurriendo con Denna. Tal fue la sorpresa, que no pudo evitar apartarse con los ojos abiertos y con cierto temor en el cuerpo.



Gracias por los comentarios alentadores, espero que tengáis un buen día y cuidaros mucho.😘

Resurrección {secuestrada por un vampiro #2}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora