24.

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Sonidos amortiguados, voces mezcladas y mucha luz. Sí, sobretodo había mucha luz, y a Alejandra empezaba a molestarle aquél insoportable brillo. Apretó los párpados en un vano intento de apaciguar el dolor de cabeza y tragó saliva al notar la garganta áspera. Su respiración calmada se tornó algo pesada al recordar los últimos acontecimientos de su vida.

Recordó a aquellos cazadores teniéndolos acorralados, las amenazas y los golpes, recordó la explosión que hizo que todo volara por los aires. Después de eso sus recuerdos eran difusos.

Abrió los ojos lentamente, con algo de pesadez en los párpados y en general, en todo su molido cuerpo. Su cuerpo estaba lleno de moretones y sus músculos no tenían la fuerza suficiente ni para realizar el más mínimo movimiento. Con mucho esfuerzo logró enfocar la mirada y equilibrar sus sentidos, la cabeza poco a poco dejaba de darle vueltas pero el dolor seguía estando presente.

Contuvo las ganas de maldecir y procuró en fijarse en qué lugar se encontraba, estaba en una pequeña habitación lúgubre y demasiado fría para su gusto. Las paredes grises apagaban la poca luz que lograba entrar por la ventana que tenía al lado, los muebles antiguos le daban un toque bohemio y la poca decoración que había eran objetos desgastados por el tiempo.
Frunció el ceño algo asustada por no reconocer nada de lo que había en la habitación y decidió estirarse todo lo posible para poder ver qué es lo que había en el exterior.
A través de la ventana vio un patio vacío, un horizonte infinito y un bosque primaveral que quedaba fuera de lo que parecía ser un escudo de protección. Aquél escudo rodeaba por completo el perímetro en el que se encontraban y evitaba la entrada de cualquier desconocido, solo se podía acceder desde dentro una vez que te cedían el paso.

Cuando se sintió capaz de levantarse, se dirigió hacia la puerta con cuidado de no hacer demasiado ruido y que quedara delatada. Todavía no sabía si los que estaban con ella eran amigos o enemigos, debía asegurarse antes de dar cualquier paso.
Abrió la puerta maldiciendo entre dientes cuando esta emitió un chirrido sonoro. Su suerte era una mierda.
Permaneció quieta al lado de la puerta para  ver si alguien se había percatado del ruido, cuando no hubo aparecido nadie asomó la cabeza encontrándose de lleno con lo que parecía ser una sala de estar. Una alfombra de terciopelo tapaba casi todo el suelo, había dos sofás largos y solitarios y un piano de cola en una esquina decorado por el polvo de los años.

-¿Se puede saber qué haces de pie?- Canelio frunció el ceño al encontrarse con una chica que no cuadraba con la que se había encontrado por primera vez. Su tez morena había perdido su salvajismo para adquirir un color apagado, su figura esbelta y con curvas había perdido parte de su fuerza y el brillo de sus ojos ya no existía, ni siquiera se podía entrever el color verde claro que llamaba la atención. - Tienes que tener cuidado, todavía no estás recuperada del todo.- Alejandra no vio cuándo Canelio se acercó a ella. Preocupado la agarró del brazo, pero está prefirió agarrarse del margen de la puerta antes que sujetarse de él. -¿Te pasa algo?-frunció el ceño sin entender la reacción de la chica.

-No necesito que me ayudes, puedo por mi misma.- por alguna razón, el gesto sincero de Canelio la había molestado. Se sentía muy irritada en aquellos momentos. -¿Dónde estamos?-preguntó al mismo tiempo que se apartaba del vampiro y se acercaba hacia uno de los sofás para sentarse.

-Poco después de la explosión Leonard y Graciela cruzaron un portal con Elena y unos cuantos soldados. Nos han traído a uno de sus refugios, aquí estamos a salvo.- explicó sin dar muchos detalles de los últimos acontecimientos.

-¿La tienen?-preguntó después de un largo silencio. Alejandra contuvo la respiración temerosa de la respuesta.- Dime que no la han encontrado.

-No, ellos no.- dijo con delicadeza, con cuidado de no alterar a la recién despertada.- Pero al parecer la tienen los reclutados.

Resurrección {secuestrada por un vampiro #2}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora