Capitulo 2

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Esa mañana me había levantado con el pie izquierdo; no me había sonado la alarma, perdí el bus, y encima el profesor Andrews no me había dejado entrar a su clase por llegar tarde.

—Entonces le daré tiempo para que llegué a tiempo a su próxima clase—. Dijo después de explicarle el porqué de mi retraso, y me cerró la puerta en las narices.

Arrastrando mi mochila, caminé hacia la cafetería donde me compré un capuccino. Después subí a la azotea. Me senté en el muro con los pies colgando hacia fuera y observé los tejados naranjas de las casas del pueblo.

—¿No tienes clases?—. Dijo alguien detrás de mí.

Me giré rápidamente y vi al chico que se presentó con una tarta ayer en mi casa.

—No me han dejado entrar. Dylan, ¿verdad?

Él asintió.

—Dylan Morgan. Y tu Daniela.

Asentí.

—Daniela Pulchritudo.

—Belleza.

—¿Como?

—Tu apellido, se traduce como belleza en Latín.

—Oh. Sí, lo sé.

Dylan se acercó a mi lado y miró a los chicos que entrenaban en el campo de fútbol. Me fijé en una tirita blanca manchada de sangre que llevaba horizontalmente sobre el puente de la nariz.

—¿Irás al partido de mañana?—. Preguntó.

—¿Qué?—. Tardé en responder. —Oh. Sí, suelo aparecer por ahí. ¿Y tú?

Dylan me miró y me dedicó una pequeña sonrisa bastante tierna.

—Me preguntaba si querrías ir conmigo.

—¿Contigo? Vaya, me has pillado desprevenida—. bromeé a la vez que me sonrojaba.

—Tranquila, no es una cita. Solo... como amigos.

—Está bien—. Le devolví la sonrisa.

Al fin y al cabo es mejor llevarse bien con los vecinos.

"—Sobre todo si están así de buenos—".

—Bien, ¿a qué hora nos vemos?

—A las nueve paso por ti.

—Nos vemos entonces. Adiós vecino.

Cogí mi mochila del suelo y bajé al auditorio para mi clase de teatro.

El silencio de la locuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora