Capítulo 16

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Esa misma noche, Chris se presentó en mi habitación. Yo ya tenía puesto el pijama, pero él no. Me convenció para salir de ahí, donde había permanecido todo el día encerrada, y me llevó al final del pasillo. Se detuvo frente a una puerta roja, y yo con él.

—¿Lista para ver la cosa más maravillosa que verás en toda tu vida? Después de mí, claro—. Bromeo guiñandome un ojo.

Volqué los ojos y lo miré alzando una ceja.

—Creí que no podía abrirse esta puerta.

Él solo sonrió y la abrió. Unas escaleras en forma de caracol fueron reveladas. Estaba bastante oscuro y parecía ser estrecho.

—Las damas primero—. Hizo una reverencia indicandome que subiera.

—¿A dónde lleva esto?

—¿No puedes esperar a que te sorprenda?

—¿Cómo sé que no vas a descuartizarme?

—¿Tan peligroso crees que soy?

Lo miré dudando pero finalmente subí. Escuché como cerraba la puerta y después como subía detrás mío. Al llegar arriba, me detuvo por la muñeca colocándose a la misma altura que yo y quedando a una distancia muy corta de mi cara. Cuándo pensé que iba a besarme, sonrió y se dió la vuelta dándome la espalda para abrir una pequeña y vieja puerta. Dentro había una enorme biblioteca, repleta de libros. No supe qué decir, me había quedado boquiabierta.

—¿Sabes porque te he traído aquí?

—No.

—Porque a partir de ahora quiero que subamos los dos juntos a leer—. Lo miré dudosa, y él alzó una ceja tratando de convencerme. —Tengo toda la colección de William Shakespeare.

—¿Cómo sabes que me gusta William Shakespeare?

—Siento mucho la muerte de tu madre, y la de Ander también.

Los ojos se me llenaron de lágrimas, quizás porque era lo que menos me esperaba, sobre todo viniendo de él. Tragué con fuerza para deshacer el nudo en mi garganta y no dejé caer ni una gota, y eso Chris pareció notarlo.

—No te lo tragues. Expulsa ese dolor que no te deja ser libre—. Hizo una pausa y yo volví a tragar con fuerza—. Veo como tus ojos se llenan de lágrimas, como sonríes fingiendo que todo va bien cuándo realmente no lo está. Llorar no es malo, ni te hace más débil. Al contrario, llorar es bueno y te hace más fuerte. Cuándo te guardas el dolor para ti misma solo creas una bola enorme en tu pecho que veo como no te deja respirar, y eso no te permite ser.

Sin darme cuenta, mientras decía aquello, las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos revelando por mis mejillas. Una sonrisa, esta vez sincera, se dibujó en sus labios y me abrazó. Tardé un poco en devolverle el abrazo. Cerré los ojos y comencé a llorar poco a poco. Cuándo ya no tenía más ganas de llorar, ya estábamos sentados en el suelo, con nuestras espaldas apoyadas en la estantería de detrás y abrazándonos. Jamás me habría imaginado así con Chris, ni siquiera estaba segura de si él tenía corazón, pero supongo que me precipité demasiado al pensar así.

Estiré el brazo para coger un libro de la estantería y lo miré.

—Quiero leer.

—Hamlet. Buen libro.

Sonreí y comencé a leerlo mientras Chris escuchaba.

El silencio de la locuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora