Capitulo 6

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A la mañana siguiente me desperté con una fuerte música que provenía de fuera; Viva la vida, de Coldplay. Salí de la cama y me asomé por la ventana. cogí unos prismáticos de mi mesilla y los coloqué sobre mis ojos. Enseguida vi a Chris dando vueltas corriendo por el jardín, sin camiseta. Estaba empapado en sudor; desde su cabeza hasta su abdomen. Mi respiración se cortó de pronto. Llevaba puesto un chándal gris. De pronto capté movimientos en la puerta de entrada. Dylan salía de la casa, con el uniforme y su mochila colgada de un hombro. Se veía tan tierno e inocente. Y el recuerdo del beso de anoche volvió a mi cabeza. Intenté volver a mirar a Chris, pero ya había desaparecido. La música seguía sonando por el altavoz en el suelo. Tiré los prismáticos a la cama y, cuándo fui a bajar de la repisa, lo vi. Estaba quieto al lado de la verja, observándome con las manos en los bolsillos, como si esperara a que dijera algo. Del susto me caí hacia delante aterrizando en mi piscina. Salí del agua tosiendo y observé como mi pijama empapado ahora se transparentaba.

—Mierda—. Maldije en voz baja.

Justo entonces Chris se coló en mi jardín y vino hacia mí. Intenté cubrirme con una toalla del suelo. Mis dientes chocaban entre ellos tiritando de frío. Noté como su mirada bajaba a mis pechos, después a mi cadera

—¿Me espiabas, Unbeholfenes Mädchen?

Traté de decir algo, pero no pude. Las palabras se me atascaron en las cuerdas vocales. Me aclaré la garganta y dije lo primero que se me vino a la cabeza.

—¿No?

Chris sonrió un poco.

—Yo he preguntado primero.

—No.

—Sí que lo he hecho.

Lo miré confusa.

—Me refiero a que no...

Una pequeña risita burlona se escapó de sus labios, pero inmediatamente se puso serio otra vez. Lo pasé por el lado para irme, pero, cuándo ya estaba de espaldas a él, me cogió por el brazo haciéndome girar y quedando de cara a él otra vez.

—¿Qué haces?

Tiró de mí hacia él hasta que nuestros cuerpos chocaron.

—Suéltame.

Acercó su mano a mi cara y me colocó un mechón de pelo detrás de la oreja. Nuestras caras estaban muy cerca. El calor en mis mejillas se hizo más intenso. Mi corazón latía con rapidez, el estómago me hacía cosquillas, y por más que intentaba tragar, no podía; se me había hecho un nudo en la tráquea. Me daba miedo hasta respirar por si notaba lo nerviosa que me había puesto. Sin darme cuenta, dejé caer la toalla a mis pies.

—¿Quieres pasar a desayunar?—. Solté sin saber porque, sorprendiéndome a mí misma.

—Sería un honor, meine Königin.

En que me había metido. Tenía a Chris dentro de mi casa. A SOLAS. Lo acompañé a la cocina y le ofrecí algo de comer, pero negó todo lo que le daba. Solo quiso un café negro que le serví en una taza. No dejaba de mirarme a los ojos mientras bebía, y yo no podía sentirme más incómoda.

—Iré a cambiarme. Espera aquí.

Asintió con la cabeza y subí casi corriendo a mi habitación. Muy despacio, comencé a quitarme la ropa y me puse el uniforme del instituto. Cogí la mochila y bajé.

—Eres hermosa, tal y como dice tu apellido.

Me quedé estática en las escaleras a punto de bajar el último escalón. Mis ojos se abrieron de par en par en sorpresa. Poco a poco fue avanzando hacia mi en pequeños pasos.

—Tus ojos son hermosos. Es lo que más me gusta de ti. Y tu cabello rubio platino—. Suavemente y con sus largos dedos, acarició mi brazo y yo sentí como se me ponía la piel de gallina.

—¿Mis ojos?

—Cuándo me miras, tus ojos tienen un brillo especial. Lo vi el día del partido, entonces me cautivaste. Hasta en medio de la noche se puede ver. Me pedías más, y más, pero no eres suficientemente valiente como para admitirlo y soltarlo en forma de palabras. Renuncias a sentir tanta pasión porque estás enamorada de mi hermano, y porque la lujuria es un pecado. ¿Me equivoco?

No dije nada, y eso resultó más que suficiente. Sus ojos estaban llenos de lujuria. Subió su mano por mi brazo hasta acunar mi mejilla.

—Esto... Debería irme.

Su pulgar bajó a mi boca y tiró del labio inferior hacia abajo con suavidad.

—Pero no quieres.

—¿Por qué crees que querría quedarme contigo?

—Para que te folle tan fuerte que no puedas caminar en una semana.

Mis ojos se abrieron en sorpresa. Sentí como la sangre corría a través de las venas por todo mi cuerpo acumulándose en mi cara. Casi pude ver el tomate en el que me había convertido. Una enorme ola de calor se apoderó de mí. Parecía que estuviéramos a mediados de agosto en el centro de Barcelona. Su mano comenzó a bajar por mi estómago e inconscientemente mordí mi labio inferior. Justo cuándo estaba a punto de quitarme la camiseta, un ruido en la puerta del jardín nos sorprendió a ambos, causando que mirásemos en esa dirección.

—¿Cascarrabias?—. Dijo al ver al gatito que acababa de interrumpir tremenda escena.

El pequeño animal se apresuró hacia mí y comenzó a acariciar mi piernas con su cabeza.

—¡Miau!—. Sonreí y lo cogí en brazos.

—¿Miau?—. Chris frunció el ceño en completa desaprobación.

El silencio de la locuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora