Capítulo 21

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DANIELA

Seguí las sirenas, hasta que me di cuenta de que se dirigían a la casa de la familia que me había acogido. Dylan salió esposado de la casa, cabizbajo, con unos hombres de uniforme que lo metían en uno de los coches. Me miró como si ya supiera que estaba ahí, parada delante de las puertas del jardín, sin poder avanzar porque se me habían pegado los pies al suelo, y sus ojos indicaban arrepentimiento, tristeza, y compasión. Yo estaba entre sorprendida y confusa, y luego corrí hacia ellos.

—¡ESPEREN!—. Grité. —¡¿Por qué se lo llevan?! ¡Él no ha hecho nada malo, ¿verdad Dylan?!

Los hombres se miraron serios y en silencio.

—No te preocupes belleza, todo estará bien.

—Pero, ¿qué ha pasado?

—Ya está todo solucionado.

—¿De qué hablas, Dylan?—. Se me hizo un nudo en la garganta y tuve que tragar con fuerza.

Estaba muy asustada, pero ansiosa porque me dijera que él no tenía nada que ver con lo que me estaba imaginando.

—Yo lo maté.

"No. No, no. No puede ser verdad". Me había quedado pálida. Mis labios se abrieron un poco sin poder creérmelo. Uno de los dos hombres lo cogió de la cabeza agachandolo para meterlo al coche. Cerraron la puerta de un golpe y, poco a poco, todos los policías comenzaron a irse en sus vehículos. Dylan no apartaba su mirada de la mía, con una expresión que decía: "lo siento". Yo no sabía cómo mirarlo. ¿triste porque me dolía ver en esa situación a alguien a quien había amado? ¿Decepcionada por todo el tiempo que me había estado mintiendo? ¿Furiosa porque había asesinado a mi mejor amigo?

Me quedé estática mirando como se lo llevaban. Quería llorar, de impotencia, de dolor, de rabia, pero no podía. Se me había olvidado cómo hacerlo.

El silencio de la locuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora