Capitulo 13

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A la mañana siguiente, efectivamente, vinieron los de la seguridad social. Era una mujer. Estuvimos hablando en mi casa mientras me daba tiempo para desayunar y me explicó como funcionaba todo. Después me ayudó a hacer mi maleta y bajé con ella a su coche.

Fueron dos horas de viaje hasta llegar a un edificio pintado de blanco. Danna, mi nueva tutora legal, me despertó con cuidado y bajó mi maleta dejándola en el suelo.

—Ahora te presentaré a los demás.

—¿Cuántos son?

—Veinte. Cada uno está aquí por motivos diferentes. Tu compartirás habitación con Aisha, sus padres también murieron en un accidente. Estoy segura de que seréis buenas amigas—. Me dedicó una sonrisa comprensiva y me acompañó dentro.

***

—Todos aquí dan asco, y por no hablar de los baños—. Aisha no había parado de hablar, explicandome todos los detalles de este lugar, y, mientras tanto, yo iba ordenando mis cosas en mi lado del armario y mi mesita de noche—. Los limpian solo por la mañana, así que, si quieres ducharte, te recomiendo que te levantes a las siete. Rodrigo lo deja todo hecho un asco. Una vez atascó el váter y no pudimos usarlo en todo el día. No porque no lo limpiasen, si no porque olía fatal. No podíamos ni respirar.

—¿Y si teníais ganas de mear?

—Cogías un vaso y lo tirabas por la ventana.

—¿¡El vaso!?

—¡No, el pis! ¿¡Es que quieres matar a alguien!?—. No pude evitar sonreír.

Aisha siguió hablando mal de cada rincón de la casa de acogida. Me dio algunos tips, como usar el baño por la mañana la primera y no volver a usarlo hasta el día siguiente.

Por la noche, después de cenar todos juntos en un gran comedor, subí a mi habitación a por el neceser y fui al baño. Cuándo entré, me quedé quieta al lado de la puerta. Los espejos estaban salpicados, trozos de papel de váter tirados por el suelo sobre pequeños charcos de... dios, espero que eso fuera agua. Así que, volví a la habitación y vi que Aisha ya estaba ahí. Se había sentado en la repisa de la ventana con un cigarrillo entre sus dedos.

—¿Fumas?—. Pregunté cerrando la puerta, y tiré el neceser sobre mi cama.

Movió su cabeza para mirarme.

—¿Has ido al baño?

Asentí y soltó una risita que no supe deducir si era irónica o real.

—¿Quieres?—. Me ofreció al ver que no dejaba de mirar el cigarro entre sus dedos.

—¿Qué es?

—Algo que solucionará todos tus problemas.

—Droga.

—Buena deducción, Sherlock.

Dudé entre si hacerlo o negarme, luego me senté delante de ella, en la repisa, y le cogí el cigarro dándole una larga calada. Comencé a toser como una posesa y ella solo se rió.

—Tranquila, ¿es tu primera vez?—. Asentí. —La próxima no le des tanto.

Volví a probarlo y esta vez tosí un poco menos. Aisha me volvió a coger el cigarro y le dio una calada como si nada. Mientras más fumaba, más sentía que me relajaba.

El silencio de la locuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora