Capítulo 17

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La tensión en casa de los Morgan había aumentado notablemente; Los dos hermanos apenas se miraban, a veces oía a Chris y Deméter discutiendo en el despacho, aunque con Tathania todos parecían estar bien. Yo intentaba evitar esa situación incómoda subiendo a la biblioteca, donde a veces me encontraba con Chris, como esa misma noche. No podía dormir, eran las tres de la madrugada que decidí volver a subir y leer algo.

—¿Tú tampoco puedes dormir?—. Pregunté al verlo, de pie con un libro abierto en sus manos leyendo.

Levantó la mirada encontrándose con la mía.

—¿Tú no?

—No. Ahora responde—. Cerré la puerta pero me quedé ahí.

—No tenía ninguna excusa para escaparme esta noche, así que he preferido quedarme. ¿Estás bien?

—No dejo de pensar en él. Era mi mejor amigo. No duermo porque sé que si lo hago tendré alguna de esas pesadillas.

—¿Alguna de esas pesadillas?

—Tengo la esperanza de que no fuera él.

—Que no fuera él, ¿quien?

Dirigí la mirada hacía la ventana, como si recordara cada detalle de aquél día.

—Antes de marcharme y de recibir la noticia de mi madre, vi como dos... No sé, asesinaban a alguien. La sangre, el cuerpo, el río... No he dejado de soñar con eso, y cada vez que cierro los ojos, me imagino sus caras sufriendo aquella brutalidad—. Las lágrimas ya brotaban de mis ojos rodando por mis mejillas. Parpadeé varias veces para evitar llorar, pero solo conseguía que salieran más y más.

Chris se acercó despacio a mí, estiró su brazo en mi dirección y, con el pulgar, se llevó una de mis lágrimas con él. Lo mismo hizo con el otro ojo.

Nos quedamos ahí los dos, quietos, mirándonos cara a cara y sin tocarnos. La oscuridad de la noche inundaba toda la habitación, dejando entrar un poco de la luz de la luna. Los minutos se pasaban en silencio, las horas pasaban lentamente, y, de pronto, ya era de día. Un rayo de sol entraba por la pequeña ventana redonda directo hacia nuestros ojos. Desperté, y lo primero que sentí fueron los brazos de Chris abrazándome por la cintura desde atrás. Mi espalda estaba apoyada en su pecho, mis piernas estaban abiertas con las suyas estiradas sobre el suelo, y mi culo sentado sobre su falda.

Chris todavía no había abierto los ojos, así que salí de ahí sin hacer ruido ni despertarlo y bajé a mi habitación. Me di una ducha e intenté continuar el día como si nada.

El silencio de la locuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora