1. Tokyo

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Es cierto que Tokyo de verdad parece muy grande, pero si paseas por la ciudad lo es aún más.

La música a todo volumen, los cascos puestos, un día nublado y un paseo por las calles más vacías de Tokyo. Esa es mi droga.
Ese día precisamente hacía frío, pero no demasiado, era como la temperatura perfecta, al menos para mí.
Estos paseos me hacían olvidar los problemas que me perseguían el resto del día y que me hacían desear que los días tuviesen menos horas.
El instituto es un infierno, esos idiotas que dicen ser mis amigos se la pasan saliendo por ahí, y no creas que me dicen nada. O me ocultan cosas o simplemente me excluyen.
Mi madre, todo el día trabajando, y la pobre casi no tiene tiempo para hacer vida.
Y mi padre, un borracho desagradecido que no ha hecho nada ni por mí ni por mi hermano en ningún momento de su vida. No deseo mal a nadie, pero nos haría un favor si un día se ahogase con una litrona.

Lo único que merece la pena es mi hermano mayor. Realmente él es como mi padre. Sólo él sabe mis secretos más íntimos, y nunca se los contó a nadie, no como mis amiguitos, que se fueron riendo de mi sexualidad por todo el instituto. Aunque ya me da igual, dentro de un año saldré y me ganaré la vida como pueda. No puedo hacer una carrera, por motivos económicos. Mi madre no tiene suficiente para pagar mi carrera y los créditos de mi hermano. Y mis notas no son suficientes para una beca, así que tocará trabajar en alguna cafetería o aunque sea en una fábrica. Lo que haga falta.

Miré el cielo, estaba bastante oscuro: llovería dentro de poco. Así que aceleré el paso a casa cuando de repente una gota se posó en mi mano. Estaba relativamente lejos de mi casa, así que en ese momento asumí que me empaparía entera sin remedio.
Por suerte, en mi camino había una cafetería. Podría refugiarme en ella.

Y mientras las gotas de lluvia mojaban la acera y creaban charcos en los baches de la carretera, yo corría empapándome cada vez más. La lluvia, sin intención de parar, golpeaba con fuerza mi pelo largo y castaño, del que algunos mechones se habían quedado pegados a mi cara por la lluvia.

Por fin pude ver la cafetería a unos metros de mí. La lluvia creaba una cortina nítida que no dejaba ver a más de unos cuatro metros de mí, pero la luz del cartel ayudó esta vez.
No volveré a quejarme de que sea demasiado luminoso para mis ojos.

Alcancé la puerta de la cafetería y la abrí con desesperación notable en mi mirada.
En cuanto entré, saqué el reproductor de mi bolsillo.

–Mierda, se ha mojado enterito. Ya no va... –Me cabreé y saqué la cinta de Queen que había en él. Después lo tiré con furia a la basura.

–Vaya, sí que te has enfadado. -Dijo una voz extrañamente familiar detrás de mí.

–¡Pues sí! Esa puta lluvia se ha cargado mi único reproductor de cintas. ¿¡Dónde encontraré uno así y barato!? Joder, qué rabia... –Le pegué una patada al cubo, que empezó a tambalearse amenazando con caerse y hacerme recoger todo lo que hubiera en él, así que me abalancé sobre él para evitar que eso pasase.

–Relájate, tía. Yo ten-

–¿¡Pero cómo que tía!? ¿¡Qué confianzas son esas!? -Me giré a mirarlo a la cara.

–Bueno, bueno... Como decía, tengo varios reproductores viejos en casa. Me los dio mi padre, pero yo no tengo cintas así que no sé cómo esperaba que los usara. Te los puedo dar todos si quieres, por si se te rompe otra vez...

Yo ya iba algo quemada ese día, no había sido precisamente un buen día para mí. Para empezar, era jueves. ¡Jueves! Ese puto día que se interpone entre el ombligo y el fin de semana. Es horrible, odio los jueves. Lo único bueno es que hay arte y diseño gráfico. Y eso me encanta.
El caso es que habían empezado otra vez a murmurar sobre mí y un chico guapísimo que si estamos saliendo y esas cosas que suelen murmurar. Al ser tan callada, nunca le he contado a nadie sobre mi familia. Así que ese chico guapo con el que me habían visto era mi hermano. Lo que me molestaba de eso eran los comentarios que me hacían sobre eso. Así que entre que era jueves, eso, y ahora el reproductor, exploté contra ese pobre chaval que sólo quería prestarme unos reproductores de música.

Llévame contigo   ︴ hange zoëDonde viven las historias. Descúbrelo ahora