16. Maldito orgullo

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Dejé algunos días más pasar, aunque ya no llevaba la cuenta ni de las horas. Por un momento me llegué a plantear que nunca superaría esto. Puede que no hubiera sido una relación de años, que no estuviéramos casadas. Puede que ni siquiera nos conociéramos bien, pero... Creo que ni en mi vida anterior me había dolido tanto algo.

Y sin darme cuenta, las líneas desenfadadas que dibujaba sin pensar, inconscientemente tomaron su forma. Sin quererlo había dibujado su silueta. En cuanto me percaté, arranqué la hoja del cuaderno, hice una bola y la lancé lo más fuerte que pude contra la pared. Ya no sabía si me dominaba la tristeza o la rabia.

Toc, toc, toc...

Supuse que sería Levi, y si hubiera estado bien, no habría dudado en abrirle, pero... En ese momento, las emociones me controlaban, así que me limité a fingir que no estaba ahí y esperar a que desistiera.

-Sé que estás aquí, T/N, aunque entiendo que no quieras abrir ahora...

Reconocí aquella voz al instante. La voz que más alto me había llevado y más me había hundido aquí.

-... Sólo quería disculparme. Sé que hice mal al no contarte nada, pero... Ya cargabas demasiado peso, no quería presionarte más. Ha sido todo culpa mía... Lo siento, debí serte sincera, lo siento mucho... Y, bueno... -su voz comenzaba a temblar -... Espero que algún día puedas perdonarme... Y ser feliz. Aunque no sea conmigo. Perdóname... Por hundirte.

Dio un último golpe a la puerta, y después escuché sus pasos desanimados alejarse poco a poco. Tenía unas ganas horribles de salir y decirle que no era culpa suya y que sólo podía ser feliz con ella... Pero era, y soy demasiado cobarde. El orgullo me dio igual en ese momento pero el miedo y la cobardía ocuparon su lugar...

Me levanté de la cama y fui a por la hoja de papel que antes había lanzado. La recogí y la abrí de nuevo. Yo la amaba. Siempre lo haría, pero... Maldito orgullo.

Pasé el resto del día encerrada en la habitación. Las emociones negativas y los motivos para tenerlas se acumulaban encima de mi. Hange tenía razón cuando dijo que cargaba demasiado peso. Y ojalá la hubiese comprendido.

Por la noche bajé a la despensa. Desearía no haberlo hecho. Lo primero que vi al entrar fue pruebas para los experimentos de Hange. Y un paquete de sus galletas favoritas.
Llevaba más de una semana me la que todo me recordaba a ella. Absolutamente todo. Incluso el aire que respiraba.
Pero ignoré todo y cogí aquello a por lo que venía: alcohol.

Saqué unas cuantas botellas de vodka. Sabía que Erwin las había tenido reservadas para ocasiones especiales, y que Levi se enfadaría si las cogía, pero las necesitaba. De todas formas, dejé la botella más preciada del capitán ahí.

Abrí una de las botellas y le di un trago directamente. Sentí que así podría desahogarme sin tener que contarle nada a nadie.

Cuando ya llevaba una botella y algo de otra, apareció alguien por el hueco de la escalera.

-¡Dios mío, T/N! -Era el capitán Levi, aunque no estaba en las mejores condiciones para recibirlo.

Se acercó a mí y me quitó como pudo la botella de las manos. Miró las otras dos que estaban sin abrir y la vacía.

-¿Pensabas beberte todo eso? -Preguntó retóricamente.

Se sentó a mi lado y comenzó a hacerme preguntas como si de un psicólogo se tratase. Sin embargo, yo no tenía ánimo de responder. En ese momento lo único que deseaba era ahogarme con ese vodka.

-T/N... No puedes estar así. ¿Qué ha pasado? -Levi no dejaba de mirarme con preocupación en su rostro, pero no era capaz de pronunciar palabra.

Pasados unos cuantos minutos en silencio, me digné a decir una palabra.

Llévame contigo   ︴ hange zoëDonde viven las historias. Descúbrelo ahora