3. Nuevas amigas

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Tras unas 20 vueltas por el edificio, finalmente encontré la habitación 37.
Saqué las manos de los bolsillos y llamé a la puerta. Enseguida se escucharon unos pasos bastante escandalosos detrás de la puerta y algunas risas. Eran muy, muy contagiosas y no pude evitar reírme también.

Una chica pelinegra de melena corta me abrió la puerta.

–Hmm... No me suenas, ¿tú quién eres? –Su cara mostraba la confusión interna que la chica tenía en ese momento.

–Ah, sí. No sé si os lo habría dicho el capi-

–¡¡Ay, tú eres la nueva!! –Otra chica morena con el pelo recogido en una coleta salió de la nada con una patata en la mano.

–Sí, así es... –La chica parecía muy amigable, me inspiraba confianza y ni siquiera sabía su nombre. –Vosotras sois Mikasa y Sasha, ¿no?

–Sasha... –La chica del pelo recogido se señaló a sí misma. –¡Y Mikasa! –Señaló a la pelinegra.

–Venga, pasa. No te irás a quedar ahí toda la noche, ¿o sí? –Dijo Mikasa, apartándose de la puerta.

–Oh, claro. –Una risa nerviosa salió de mi boca.

–Ay, pobrecilla. Todo esto es nuevo para ti, claro. Pero tú tranquila, nosotras te ayudaremos. –Sasha se acercó a Mikasa y le pasó un brazo por encima. –¿A que sí? –Mikasa asintió y me dedicó una sonrisa cálida. Yo me sentí más tranquila. Pensé que sería más difícil adaptarme a ellas. Obviamente, llevaban más tiempo juntas y su complicidad era inevitablemente superior, y no me hubiera sorprendido que les molestara que yo me colase en su habitación como si nada.

–A ver, y ahora cuéntanos. ¿Cómo te llamas? –Sasha se sentó a mi lado, en la cama, y me miró con curiosidad, esperando una respuesta que no le podía dar.

–Esto... No me acuerdo...

–¿Cómo? Pero eso es imposible, ¿no? Olvidar tu propio nombre... –Mikasa se sentó al otro lado y puso una mano en mi hombro.

–Es que... No soy de aquí. Vine de otro mundo que también desconozco... Y no recuerdo nada sobre mí, sólo sé que no pertenezco a vuestro mundo.

–Oh... No entiendo muy bien, pero tranquila. ¡No importa! Seguro que poco a poco irás recordando cosas y podrás volver a tu mundo. Confía, ¿está bien? –Sasha me ofreció patata. –¿Quieres?

–Ah, no, pero gracias. –Le sonreí.

–Iba a preguntarte más cosas, pero creo que será mejor que descanses. Mañana te presentaremos a los demás, pero ahora necesitas relajarte, por lo que veo. –Me di cuenta de que mi cara estaba algo forzada, y entendí por qué Mikasa dijo eso.

Asentí con la cabeza y entonces me di cuenta de que no tenía nada para ponerme ahora.

–Ay, lo del uniforme y todo eso. Espera. –Sasha se acercó a su cama y abrió el último cajón. Sacó una camisa y un pantalón de él, y me los dio. –Ten, tu nuevo y mejorado pijama. Seguro que es mejor que el de tu mundo anterior. –Solté una pequeña risita, a lo que Sasha respondió con otra risita.

–El uniforme lo tienes en tu cómoda, primer cajón. –Dijo Mikasa, señalando la cómoda.

Me acerqué a la cómoda y abrí el primer cajón. Y en él encontré una camisa blanca, una chaqueta con un escudo que tenía claro haber visto antes, un pantalón blanco y un montón de correas y cinturones enroscados.

–Y las botas están debajo de la cama. –Dijo Sasha, mientras se recostaba en su cama.

–Ah, ¡gracias!

Llévame contigo   ︴ hange zoëDonde viven las historias. Descúbrelo ahora