Hielo (Parte 1)

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Había una multitud de mujeres envidiosas detrás de la puerta y recorriendo cerca de esta. Muchas rezaban para que aquella cuya mayor proeza en el harem de miles de bellezas era que fue el "primer amor" y la que conoció a su esposo en un tiempo donde este era diferente. Algunas demonios intentaron provocarle un aborto, algo habitual pues incluso las humanas lo harían solo por puros celos y degradar a sus "contrincantes", pero no pudieron pues cada que lo hicieron siempre se salvaba.

Dentro de aquella sala médica cuyos sellos impedían que los intrusos no deseados no entraran, se encontraba una joven de cabellos negros que ahora se hallaban sueltos en la cama y no en sus habituales dos moños a los lados de su cabeza haciendo muecas de dolor mientras el médico humano ayudaba viendo que aquella nueva vida viera la luz del mundo. Había tardado varias horas, los gritos del esfuerzo de la fémina solo habían bajado gracias al cansancio de pujar a la criatura. Incluso aunque su marido estaba ocupado, pero desde lejos sentía la sangre intentando calmar todos los dolores aquellos le seguían doliendo.

Ning Yingying había perdido muchos hijos antes, algunos en trampas de enemigos y los otros por las otras mujeres esposas como ella de un mismo marido. Pasaron años para que aquel milagro hubiera crecido más de unas pocas semanas y fuera lo suficientemente fuerte para que el "Emperador de los tres reinos" aceptará que siguiera creciendo, aquel al que tres mil mujeres llamaban esposo se había vuelto cada año que pasaba desde la unión de los mundos paranoico y perfeccionista y había implementado muchos parámetros incluso para los niños no nacidos que llevarían su nombre. Por lo que la bendición de parte del medio demonio fue bien recibida cuando aquella vida llego al primer mes pero al mismo tiempo envidiada. La madre, cuyo rostro aún conservaba una dulzura propia de una niña a pesar de sus ojos mostraban un alma rota y asustada, fue atendida por los médicos y algunos pocos días por aquel padre de su criatura hasta este día.

Cerró los ojos y empujo nuevamente con todas las fuerzas que podía mientras sus manos apretaban con fuerza desordenando las blancas sábanas de la cama en la que su cuerpo semidesnudo se encontraba recostado. Siguió con sus párpados abajo mientras tomaba aire hasta que sus oídos fueron bendecidos por un lloriqueo agudo haciéndola derramar lágrimas, pero temer por abrir los ojos y solo ver a un cadáver que pronto se lo llevarían como los otros. Por ello no los abrió, solo lloro esperando ver si aquellos dulces sonidos se apagaban, pronto escucho el chapoteo del agua antes del silencio el cual le hizo sentir una profunda melancolía.

Espero y pronto un bulto suave y calentito se puso en su pecho, sintió unas manitas tanteando antes de uno de sus pechos ser tomado entre ellas y una boca pequeña apretar sorbiendo este con esmero. La mujer lloró de felicidad acercándolo hacia su pecho a aquel pequeño calor que encajaba tan perfecto en sus manos.

Se sentía feliz preguntándose cómo es su bebe fue que decidió abrir sus ojos solo para que todo su cuerpo se enfriara, no había nada entre sus manos.

-¿Dónde está?- su voz sonaba tartamudeantemente baja viendo sus brazos en la misma posición imaginando, tal vez, como pequeñas luces desaparecían.

-¿Don-dónde... está?...- repitió cuando oyó la voz del médico abrir la puerta y entrar junto a su esposo.

El médico la miro extrañado antes de volverse hacia el emperador Luo Binghe cuya mirada lo hacía retroceder.

-Mi lord... yo dejé a su hijo en los brazos de la dama Ning- trago aquel humano saliva mientras los demonios guardias del gobernante lo hacían arrodillarse, sus palabras no habían sido creídas.

Mientras tanto aquella flor de belleza tierna arrullaba a la nada mientras de sus ojos se derramaban amargas lágrimas mirando a la nada mientras ella sola parecía oír una voz inhumana decir:

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