El sistema de redención del perro feo ( Parte 1)

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El gran emperador demonio seguía tratando de regresar a ese mundo donde una versión débil suya era feliz. Incluso si había prometido hace semanas olvidar todo lo que vio, le era imposible. Esa llaga en su corazón no dejaría de molestarlo mientras no pudiera ganarle, solo así podría regresar a su status quo, regresar a ser aquel que se posicionaba el vencedor del mundo.

El problema era que, incluso haciendo uso de las dos espadas, el portal seguía sin obedecerlo. Siempre lo enviaba de vuelta a este palacio, a ver a los mismos sirvientes que agachaban la cabeza para verlo y a esos pasillos donde sus esposas rogaban que se les considerará importantes para él. Nunca, al cruzarlo, podía aterrizar sobre ese pastizal con olor a bambú fresco, esa tierra húmeda de esa formación de doce montañas que hace tanto había quedado como un camino aplanado bajo sus pies.

Un grito enojado atravesó su lujoso palacio, atravesó los oídos de las bellas doncellas que lo deseaban, incluso interrumpió la vida diaria de los sirvientes que morirían si él les decía eso. Pero nada de eso podría calmarlo hasta que lo consiguiera, ni siquiera que cada uno de sus intentos provocará una reacción que lo estrellaba contra las gruesas paredes de su salón principal, rompiendo cada uno de sus huesos que los terminaban curando al instante.

La rabia solo incrementaba, a pesar que con cada intento ya se había quedado sin nada para sacarla desde su pecho. Indignado forzó su voluntad contra aquella gran hoja de color oscuro, hasta que su marca de demonio celestial se extendió cubriendo su bello rostro. Trataba de obligar a aquella poderosa arma a obedecerle, como siempre había logrado, en cambio su propia energía fue contrarestada al abrirse un espejo mágico frente a sus ojos.

Aún sus manos permanecían en un fuerte agarre hacia la espada, y no las podía mover, en si nada de su cuerpo  se movía según las ordenes de su mente, solo los ojos que recorrían las misteriosas letras que aparecieron de ese artefacto fantasmal.

"Usuario Original, se le pide cordialmente abstenerse a continuar con sus acciones o las consecuencias serán negativas para asesorar su seguridad.
¿Está entendido?
Sí.     No."

Su mente estaba sumergida en esa ira irracional que hace tantos años no experimentaba. La adrenalina causada por algo que quería lo hacía actuar como ese adolescente que bajo por primera vez a este infierno. Así que sin pensar dos veces solo miró la opción negativa, ya que a su pesar nada le era tan peligroso desde que se alzó por encima de toda la creación de su mundo.

"¿Está seguro?
Sí     No"

La pregunta de ese ser misterioso seguía apareciendo cada vez que trataba de no dejarse doblegar. Incluso haciendo trampa, escondiendo la opción negativa, pero siempre logró encontrarlo. No por nada se ganó por su esfuerzo el ser gobernador sobre los demonios.

Después de lo que pareció una eternidad, las palabras desaparecieron reemplazado por una cuenta regresiva. Así que Luo Binghe simplemente se preparó, reuniendo lo que podía de energía, incluso si solo fuera en su mente pues no podía sentir ni la sangre que circulaba a su voluntad en su cuerpo.

Cuando los números terminaron con ceros, una luz roja estalló desde su arma, y el tiempo volvió, estrellandolo nuevamente sobre una inestable pared. Aquella estructura, resquebrajada por los anteriores golpes, fue subiendo hasta el techo, que con el choque reciente se partió cayendo con rapidez.

La suerte que siempre le sonreía al emperador fue rota, incluso el mismo medio demonio vio un anillo que desaparecía en una luz dorada mientras una gran roca de techo iba hacia él.

Al saltar fuera del alcance terminó cayendo de cabeza contra un suelo rasposo. Solo entonces se dio cuenta que no pudo saltar en su realidad, y que el suelo donde había caído era distinto al fino mármol que cubría enteramente su palacio.

Con su mirada en el piso, trato con dignidad pararse, impulsandose de sus manos que por el golpe parecía no lograr verlas. Tomó fuerza impulzandose hacia atrás, logrando ponerse en sus piernas pero estas, igual que sus manos, parecían no responder a su función. Al final su cuerpo cayó de espaldas y su visión chocó contra un espacio reflectante, mostrandole una silueta de un feo animal que igual que él estaba boca arriba.

Dicho demonio tenía motas en donde debía haber pelo, y grandes partes de su cabeza era reemplazado por parches de piel magullada por la sarna. Asqueado de la imagen se fue girando, pero el gran animal se movió a la par suya imitando sus movimientos.

Enojado por esa clara burla alzo su brazo golpeando esa fría superficie.

Pero no fue su mano lo que la golpeó, sino una pata negra, cubierta con pelusas, algo que se conectaba a su cuerpo. Y ese animal no era un imitador ya que esa estructura parecía a un espejo vibró mostrando que no había nadie más allí que no sea él.

Él era ese feo animal.

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