El pico Bai Zhan siempre era un lugar caótico después de todo solo los locos vendrían a desafiar al reconocido como "El Dios de la Guerra", y esa locura era parte de la admisión para ser alumno en dicho lugar. Pero los últimos años la falta de razón había abundado con más emoción el pico, y todo desatado por un díscipulo que muchos aseguraban que de tanto golpe algo se daño en su cabeza, el díscipulo principal Yang Yixuan.
No había día que los propios que recorrían la zona de entrenamiento no vieran al chico prácticar día y noche como si no tuvieran nada más que hacer. Sí, habían muchos en el lugar obsesionados con la pelea pero muchos no llegaban a tal emoción como para enfrentarse al maestro del lugar cada vez que este regresaba de una caza feroz. Y aún así el Dios de la Guerra, Liu Qingge tenía la fuerza descomunal solo superada en el mundo humano por el líder de la propia Cang Qiong.
El chico esperaba en flor de loto todo el día, si en este se le informaba que pronto vendría su maestro. Mientras todos irían a dormir cansados de esperarlo, el joven se negaba asegurando que tendría su pelea, incluso si el resultado estaba claro desde el inicio pues aquel alumno principal aún no llegaba a los talones de poder superar a su shizun. Todo su cuerpo estaba lleno de cicatrices que demostraban que aún era débil así que las burlas a sus espaldas por su determinación fantasiosa con una base tardía estable eran esperadas pero parecía que era algo que ni le afectaba.
En el lugar de entrenamiento solo quedaron muñecos dañados esperando junto a Yixuan. Su mirada estaba fija en el cielo nocturno intentando prepararse para cuando bajara aquel inmortal de vestimenta blanca. Estaba entusiasmado, incluso si no ganaba el solo pelear mano a mano lo hacía sentir excitado de seguir adelante. Cada golpe, herida, incluso moretón se sentían como insignias puestas allí por aquella persona que admiraba. Demasiado importantes como para ocultarlas dejándo a la vista en su mejilla un corte con la espada que su maestro empuñaba, en aquella pelea Cheng Luan se acercó bastante como para que por el rabillo de su ojo pudiera ver su filo cruzar y sentir como fácilmente abría su piel dejando atrás un frío que bajaba por su cuello hacia su ropa.
Su propio maestro le regaló su túnica negra. Según lo que dijo fue un obsequio por su determinación, y algo para evitar manchar seguidamente las túnicas blancas, símbolo de Bai Zhan, cada vez que peleaban. Era su tesoro más importante que siempre usaba consigo cuidándola con más cuidado incluso si eso provocaba que se defendiera con la carne de sus manos y piernas de la espada para evitar un corte que la dañará.
De repente, del cielo bajó una blanca deidad que cargaba en su espalda un ser mucho más ancho que él. Sus ojos no lo miraban sino se concentraba en su destino, aquel lunar debajo de uno de ellos quedaba opacado por la gran cantidad de residuo que el cadáver emanaba. Al verlo llegar fue corriendo a reunir a algunos díscipulos, con voz de mando logró que las cocinas abrieran unas horas antes y que los que le tocaban esta vez despedazaran y pusieran a conservar lo que era útil y que se deshicieran de lo que no.
No ganó un reconocimiento alto, o palmadas en la cabeza por lo que hizo, así no era su maestro. Lo que ganó vino con el sonido del filo de Cheng Luan saliendo de su vaina antes de siquiera poder sacar su propia espada o ver como la figura de su shizun se relajaba en una pose más guerrera dentro de su propia naturaleza, que le gustaba. Se defendió, luchaban a penas iguales pero sabía que el mayor no lo hacía con todo lo que tenía así que él se esforzó más incitándole que también lo hiciera.
...
Ambos no hablaban de más, sus cuerpos eran los que se movían. El filo se inclinó casi tocando su cuello, pero cuando trató de esquivar, una patada fue dada en su vientre bajo dejándole sin aire por unos segundos.
- ¿Eso es todo?
La voz del mayor casi parecía decepcionada, el chico duró menos que los otros días. Casi era preocupante hasta que lo vio levantarse limpiándo la comisura de su boca con su manga antes de responder con ese entusiasmo que le gustaba.
-¡No shizun!
Y ponerse de nuevo en pose de pelea. Sus labios a penas se alzaron, estaba mejorando incluso con sus movimientos más básicos. El menor tenía su respeto, incluso si desde un inicio no hubiera sido su idea aceptarlo en sus filas. Pero era un peleador inato, cuyas peleas las esperaba, por eso siempre pasaba por aquel lugar de entrenamiento para avisarle que se alistará para otra.
...
El choque contra espadas atrajó a más curiosos. El combate entre díscipulo y maestro poco a poco se coordinaban como si de un baile tratará, movientos ágiles de pies y una mirada concentrada en la del contrario daban la escena de un bailar bajo la luz del propio mundo iluminando a la pareja.
Pronto la hoja se detuvo, la emoción se había desbordado hasta que en un mal giro aquella arma de leyenda se incrustó en el costado del menor, haciéndole toser sangre antes de caer de rodillas, pero tratando de pararse de nuevo.
...
Liu Qingge por fin salió de su ensoñación al ver como aquel a penas podía detenerse de toser fuerte. Aún tenía esa sonrisa, aún lo miraba a los ojos con la determinación, aún así tuvo que guardar su espada, incluso si le quitará a su díscipulo aquella emoción de lucha.
Él estaba mal, temía perderlo por esta pelea. Sin pensar mucho en limpiar la hoja del arma, la usó de medio de transporte rápido mientras cargaba a Yang hacia el pico de medicina. Cuando los de ese pico vieron a aquel maestro inmortal ,que nunca venía para tratarse sus heridas, bajando y corriendo a ellos con rápidez, entendieron que ese era un asunto grave.
Al ver al cuerpo del joven cuyo rostro bronceado por el duro entrenamiento ahora parecía uno pálido como un fantasma, despejaron una sala llamándole al encargado del lugar de prisa.
Mu Qingfang era un hombre ocupado pero este mismo siempre dedicaba su vida a proteger la vidas de sus hermanos marciales. Este mismo al entrar en la habitación de Yang tardó demasiado en poder salir.
Quiso procesarlo pero algo lo hacía estar ansioso. No tenía idea pero sabía que era grave como para que el doctor que se consideraba el mejor de la nación no abriera nunca la puerta.
- Es grave.. debe descansar
Dijo el médico después se salir del lugar. Las bolsas que siempre llevaba bajo sus ojos adquirieron un nuevo peso que estaba dirigido a su hermano marcial.
-Con descansar me refiero no más peleas.
No dijo nada, solo lo oyó asintiendo con la mano apretada en el mango de su espada. Y siguió oyendo porque el doctor no solo decía cosas aburridas sino que decía cosas importantes que lo hacían voltear a ver nuevamente a la sala cerrada incluso si algunos términos no eran tan acertados a los que conocía.
Cuando pudo entrar no sabía que encontraría pero allí estaba Yang Yixuan, inmovilizado incluso con cuerdas de qi que no le trataban de lastimar sino curar viejas heridas. Su ceño bajo viendole al chico, no de desaprobación sino de espera, incluso si quería seguir no podía. Él estaba muy herido como para tener otra lucha mano a mano, incluso si ese pensamiento lo hacía sentir decepcionado.
Pero allí residía un vacío que quiso ignorar saliendo del cuarto, pero una leve fuerza en su manga lo interrumpió.
-Shizun....
La voz del chico era demasiado suave, casi un susurro agotado pero con la emoción de siempre.
-¿podemos tener otra ronda?