Un relato pequeño de la secta Cang Qiong (Parte 1)

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El día era refrescante en la cima del pico Qing Jing, junto a la suave brisa, las notas de instrumentos de cuerdas y viento eran llevados hasta los oídos del maestro del lugar. Aquel hombre, de postura recta a pesar de mantenerse sentado, era el pináculo de elegancia pero había algo que perturbaba la tranquilidad, demasiado aburrida, de este maestro. Ese pequeño detalle era que su esposo demonio no se encontraba por los alrededores, debido a unas revueltas que necesitaban la mano dura de aquel gobernante medio humano. Por lo tanto, aquella persona de verdes túnicas, si se levantaba temprano, no tendría planes, más allá de mirar a sus discípulos supervisados por otros de ellos, esperando que llegará la hora de laa actividades planeadas junto a otros maestros de esta secta.

Abanicandose lentamente, ya que la brisa ya cargaba su frío y el abanico solo lo agravaba, y manteniendo su imagen, unas risas interrumpieron el coro de la práctica musical que oía, casi de canción de cuna. Este cambio repentino, hizo que abriera sus ojos cansados y se levantará de su asiento de fino bambú, en búsqueda de aquellos de menor rango traviesos.

Con pasos casi silenciosos, corrió hasta que pudo saltar y alcanzar a aterrizar donde un grupo de chicas reunidas tras unos arbustos, convenientemente creciendo a pesar que la plantas que debían predominar en esa zona eran los bambús. Aquel salto provocó que su aparición sumará puntos de genialidad, a vistas del propio maestro que la hizo, y un terror hacia aquel grupo donde no solo el verde de la secta predominaba. Por los colores diversos, estas chicas, su mayoría ni siquiera pertenecían al lugar, y por la hora deberían estar practicando en sus actividades diarias, como se disponía en el horario que insistió que se planificará para no tener intrusos o saber a quien culpar.
Se inclinó para regañarles, pero tan pronto se movió, el grupo de jóvenes se escaparon disperandose como animales salvajes asustados. Ocasionando que perdiera el equilibrio, y después de dos o tres vueltas hacia atrás cayera sentado al suelo. La cabeza le daba vueltas, y peor aún, ya nadie estaba cuando su vista pudo enfocarse y no multiplicar lo que veía. Algo molesto, maldiciendo internamente, suspiró y fue levantandose apoyando sus manos contra la hierba dura. Aunque la hierba no debía tener esta textura de una extraña dureza familiar, que se abrió dejando tantear algo más delgado y rígido aunque bastante fácil de arrugar.

Asustado, pero más curioso, alzó el extraño objeto dandose cuenta que no se trataba de nada más que un libro cuya portada principal era el nombre y un abanico, todo dibujado con un brillo dorado. Un tanto aburrido y nada llamativo para reunir tanta gente en este lugar, pero recordando las risas de aquellos que tal vez lo leyeron, lo abrió para ojearlo un poco.

Y tan pronto como leyó una página al azar, la cerró con un fuerte golpe. El rostro inmortal estaba tan rojo que competiría con un tomate, aunque ni ese vegetal aguantaría las calumnias de este libro. Aunque libro, era demasiado elegante para llamar a este fanfic donde su nombre y el de su esposo se usaban de forma que le erizaba hasta los cabellos más escondidos.

"Un relato pequeño de la secta Cang Qiong"

Así era llamado esta obra cuyo autor casualmente no estaba en la portada de pasta dura y en la página donde debían describirlo estaba arrancada. El peso que se podía percibir, era más por el grosor de las tapas, pues el contenido no duraba más que diez páginas, donde la mitad eran dibujos de escenas descritas o páginas en blanco puestas por aquellas personas a especie de pequeño blog muy primitivo.

A pesar que era tan vergonzoso, aquel maestro se levantó cargando este objeto incautado y se encerró en su pequeña casa de bambú. Todo en nombre de una supuesta investigación, a pesar que también escribió su antiguo usser que usaba cuando era un lector en internet, para también dar sus opiniones de lo que pensaba de este fanfic difamatorio.

Escribiendo junto a la portada, con una pluma de punta afilada, y pegandole papel de oro, colocó un "Autor: Desconocido" antes de traer unos pequeños dulces cerca de si mismo. Sus supuestas intenciones con esto: No ser confundido con el autor de esta "obra".

Solo era un simple lector. Uno bastante aburrido como para leer un fanfic de Binghe y él, situado cuando ni siquiera estaba vivo. Así que, solo se podría considerar que estaban difamando a su esposo, algo peor porque antes de ser eso era un personaje con el que pelearía a punta y espada si fuera su antiguo hogar.

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