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14/07/1998

Existimos en el azul del amanecer. Tú frente a mí, yo frente a ti; los dos en este lecho repleto de polillas. Las yemas de mis dedos apenas tocan las yemas de tus dedos helados. Son idénticas. Sombras añiles. Nuestros huesos, estructurados, son unidos uno a uno. Dos columnas vertebrales. Se confunden. Se mezclan. Tu sexo en mi sexo; sin espacio que nos separe, piernas simétricas. En longitud, grosor, color. Excepto por tus uñas, que son largas, mal pintadas en tono aqua. Actuamos en reflejo; yo imito eso que tú arremedas. Sincronizados, cada mueca coincide. Somos siameses. Cuerpos flexibles. Palmas sudorosas de ciegos que se acarician mutuamente, en busca de un rostro. Uno en común, sí. Te reconozco como parte de mí. Compartimos cielo. Compartimos mar. Nos recostamos paralelos; alcanzo tu cintura, tú te ciñes a mi cadera. Somos carne, soledad, tristeza. Para fundirnos ¿debería devorarte o dejarme mutilar? Nadar en tus jugos gástricos. Ahora porto tus escamas; tú, mis pétalos marchitos. Nunca hago esto con mis amantes ocasionales... tú tampoco, con tus clientes. Compañero, hermano, querido. Monstruo de dos cabezas. Dos. En el lecho de muerte. Por breves instantes, creo adivinar nuestro destino bajo estas estrellas que son insectos chirriantes.

Jacinto.

Nenúfar.

Está en el aguaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora