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19/11/1998 

La luz de una luna monstruosa se cuela apenas azulada sobre las sombras, a través de la ventana. Estás ahí, recostada, como al principio. Pero... ¿por qué es tan incómodo dormir? Como cuando pasas la noche en un hotel, o en casa de un extraño. Te levantas, desnuda. Él duerme, tranquilo, la mejilla izquierda sobre la almohada. Acaricias sus largos cabellos, impresionada una vez más ante su belleza. Es cálido. Es tu hogar. Las lágrimas se desbordan mientras llevas a cabo la decisión que crees es la mejor y más correcta, incluso si duele. Ha llegado un momento en el que esta felicidad se siente triste, esta estabilidad se torna insoportable... porque no mereces nada de esto. No después del crimen. ¿Cómo puedes sólo seguir ahí, mantenido, parásito de un hombre tan maravilloso como Jacinto? No, él no merece la mierda de tenerte como compañero, la suciedad que esto conlleva, y a ti no te corresponde la lotería de sostener su mano. Las tuyas cubiertas de lodo sanguinolento. Limpias tus lágrimas, acercas tu rostro al suyo.

Lo siento, Jacinto... lo siento tanto...

Como la sombra de un felino, tomas tus cosas, dejas reposar la llave que te regaló sobre su mesa, y te entregas a la noche helada. Mientras chillas como un espectro por las calles, te preguntas cuánto castigo y dolor recibirás de Vampira, de tus nuevos clientes, en cuanto regreses al talón. Sin pensarlo, labras tu destino, guiada por una luna maliciosa.

Está en el aguaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora