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23/06/1998

Aprovechas tu insomnio para asolearte un poco, y de paso reconocer la ciudad de día, vampiro acostumbrado a los ocasos que reemplazan amaneceres. Caminas por el muelle; las memorias de niño retornan; el barquito del tío Polo, sus redes, sus anzuelos. Pensándolo bien, andar grogui es como pisar esos suelos sobre el agua ¿no? Compras un raspado. Es un poco solitario sin Mane a tu lado; no amigos, no amante ocasional. Cuando terminas, sacas un cigarro, contemplas el océano, lo prendes. Son sólo ustedes dos, cara a cara. Nunca te ha gustado este aroma salado, a caño, a marisco muerto, medio cochino, tan característico. Por eso fumas aunque hace calor. Su relación siempre ha sido conflictiva ¿verdad? De pronto, una naricilla ha reconocido un nuevo hilo entre los olores. Se endereza como cadáver de su caja, te mira con sus ojos de chica asiática xxx; reconoces el fleco pachón e hidrogenado, el gesto ingenuo de pato. Pato-pato-oca. ¿Quién además de ella reposa ociosamente sobre una lancha de motor descompuesto? ¿A quién se le ocurre solo flotar como si la vida no transcurriese? Él/ella rema hacia ti, despacio, riond@. Has estado esperando por la monilla/o esa/e en el bar ¿no es verdad? La que te debe una chupada o algo así, la del beso en la mejilla. Una vez ante ti, parece que no se ha arreglado. Vaya. La cara es bonita incluso sin maquillaje.

Es de mala educación fumar sin invitar.

[Ambos ríen. Ofreces a lo lejos el cigarro. Ella debe pisar tierra firme para ir contigo. Lo hace. Te alcanza. Te arrebata el pitillo, se pone a fumar como si nada. Beso indirecto.]

Hola, por cierto.

Hola, Nena, tiempo sin hablar.

Recuerdas los pezoncillos erectos a través de la blusa aquella noche. Sí. Vaya nena, con chupetones en el cuello. Una caricia de perrito a su cabello, sobre esas trencitas mal hechas de hilos rosas que llaman tu atención, basta para pasar la tarde juntos. Caminan hacia la playa, sin despegarse de las aguas azules, concentradas. Ella parece no haberse peinado en días. Eso es muy tierno. Conversan sobre cualquier guarrada impersonal. Se tumban en la arena, ruedan, almuerzan juntos. Te debe otra comida.

Nena ¿y tú de qué vives o qué?

Soy puta. Creo.

Es tan triste, de pronto, esa belleza tan suya que radica en el descuido. Es prácticamente un gato callejero; piensas que un buen día podría desaparecer y que a nadie le importaría, incluso si el mundo entero lo notara.

Y... ¿eres marica?

Sí ¿tú no?

[En medio del bochorno, aquel comentario incentiva una incómoda tensión sexual transformada en risas idiotas.]

Pues... más o menos. Bi, creo.

Interesante.

No, ninguno de los dos es bueno ligando. Ni siquiera ella. Bueno... es que tú no eres un cliente; debe ser más fácil fijar tarifas y no ternuras ni deseos. Es lindo, de alguna forma... especial. La acompañas a casa cuando llega el momento, al anochecer, e incluso alimentan al periquito que cuida; hoy es tu día libre, después de todo. Martes. Mira, sin proponértelo tuviste una cita. Adiós soledad. Qué lindo, qué linda, de verdad.

Está en el aguaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora